
Por un puñado de euros
El control sobre 30.000 euros y cuatro puestos de asesores acaba en bronca que tumba a Román como representante en Diputación: Irene García será la tercera portavoz en lo que va de año
CÁDIZ. Actualizado: GuardarDesde el tormentoso Congreso Regional que le dio el trono a Griñán, el PSOE de Cádiz ha reforzado su empeño de convertir la letanía de procesos internos -para relevar cúpulas o seleccionar candidatos- en campos de batalla. O de batallitas. Podrían ser exhibiciones de vuelo democrático, con altura inaccesible a su oponente, pero al final siempre les falta. Al cabo, rozan el fango de lo personal, lo prosaico y la intendencia.
Durante todas esas minicampañas internas, congresillos y debates, todos los candidatos a todo, los anheladores de un número en una lista, los dirigentes salientes y pretendientes, en cualquier municipio, en todo momento, ha hecho suyos dos discursos: El primero es el titulado 'la renovación soy yo' aunque el autor de la frase compartiera ejecutiva con Pablo Iglesias. El segundo es el denominado 'tenemos que dejar de hablar de nuestros problemas para empezar a tratar los de la gente'.
Lo primero no deja de ser una confesión de lo mal que ven la casa. Hasta los que hicieron las últimas reformas consideran que necesita revisión urgente.
Lo segundo es una necesidad, una obviedad. Resulta indiscutible, con números en la mano, que los ciudadanos, los votantes, sean o no simpatizantes, se han cansado de gritar que no. El siguiente paso es darse la vuelta y callar, abstenerse más o girar de nuevo. Ahí te quedas. Todos los dirigentes y militantes del PSOE gaditano parecen haber interiorizado esa persistente bronca del electorado. O dejamos de hablar de nosotros, o se normaliza la plausible democracia interna, o los niveles de confianza y respaldo seguirán en caída libre. La reiteración con la que admiten esta tara lo demuestra.
Todo tratamiento empieza por el diagnóstico. Pero no lo garantiza. Aunque el PSOE de Cádiz haya localizado (una de) sus carencias, falta el pequeño pero fundamental paso de la teoría a la práctica, encontrar la forma de aplicar el remedio al mal admitido.
La semana que acaba demuestra que esa aplicación está lejos de llegar. El grupo socialista en Diputación y la Ejecutiva Provincial han vuelto a quedar comprometidos, desprestigiados, en público, por las denuncias cruzadas de sus propios integrantes. Ambos estamentos, uno institucional y el otro orgánico, se renovaron apenas hace medio año y tres meses, respectivamente. Ni ese tiempo han aguantado sin grietas. La mecha de la enésima explosión, para mayor bochorno, es económica lo que empeora la situación porque, en esta parte del mundo, está mal visto discutir por dinero. Queda feo.
El conflicto, su último episodio al menos, nace cuando la Ejecutiva Provincial, que dirige desde julio Irene García, quiere decidir quienes son los asesores que cobran del grupo socialista de la Diputación (como demostró el lunes al proponer la sustitución de uno de los cuatro) y gestionar directamente los casi 30.000 euros que recibe el grupo del PSOE.
El portavoz socialista en Diputación, el exalcalde de Chiclana José María Román, se niega. Asegura que esos fondos son responsabilidad y asignación del grupo de diputados (entre los que está Irene García). La jefa dice que ese dinero debe ser controlado desde San Antonio, nunca en la Plaza de España.
Hay dos teorías sobre la motivación de esta decisión. Una es que García quiere demostrar autoridad al frente del partido. La otra, más mezquina, es que Manuel Jiménez Barrios, presidente del PSOE, pretende vengarse de Román con esta decisión, ya que le venció en las elecciones internas a secretario general en Chiclana. En ambos casos, la medida es de 'alto interés ciudadano'.
Este debate, de origen económico, rompe por la mitad el grupo de Diputación, cinco miembros estarían a favor de su portavoz rebelde, seis a favor del orden establecido desde la dirección del partido. El resultado más evidente es que José María Román, desautorizado el jueves por el partido como portavoz para que le releve Irene García, y sus correligionarios pueden ser apartados o sancionados. Sobre todo si niegan su necesaria firma para ese cambio en la portavocía. El resultado más genérico, indetectable, es que el PSOE ha perdido tres meses más, medio año, todo 2012 en sus dos propósitos principales, según palabras de sus dirigentes: ni hay renovación de formas por muchos nombres que cambien, ni consigue un orden interno mínimo que les permita debatir los problemas de los ciudadanos.
El rebelde Román ha llegado a declarar que vive los peores momentos de sus más de 30 años de militancia y habla de un partido incendiado. La dirección provincial del PSOE, en el otro rincón, llega a «pedir disculpas a la sociedad gaditana». Aunque el partido echa la culpa al empedrado («existe interés en trasladar una imagen de división del partido» pese a que ha celebrado «un proceso de asambleas sin tensiones y un ejemplo de democracia interna»), en el mismo comunicado se afirma que en el nuevo PSOE no deben existir «parcelas privadas, ni cotos: el dinero del partido es de la organización». Admiten, de forma implícita, que todo eso existe y lo achaca a Román.
Francisco González Cabaña, el exsecretario provincial y exportavoz en Diputación, descabalgado en ambos casos por los que se aliaron y ahora discuten se parte. Ha llegado a declarar que los mismos que le dieron «puerta en Diputación diez días antes de la fecha en la que había anunciado mi marcha voluntaria muestran ahora sus anunciadas 'otras formas' pero no podíamos imaginar que iban a ser peores que las que intentaban cambiar». Ahora ve apuñalarse a los que le derrotaron aliándose.
Así las cosas, el PSOE va a tener el tercer portavoz en la oposición de la Diputación en seis meses por la incapacidad para gestionar en privado y sin conflictos 30.000 euros mensuales o cuatro deseados puestos de trabajo (asesores). La dirección provincial está en cuestión tres meses después de debutar.
Un invisible y silencioso montón de ciudadanos, incluso votantes, contempla el lío sin entender nada. O no. Quizás ya ni atiende.