El conductor y su 'acompañante', justo antes de ser multados. :: GUARDIA CIVIL
Sociedad

Pillado con otra en el coche

Multan a un conductor que se hacía acompañar de un maniquí para así poder usar el carril de alta ocupación de acceso a Madrid

MADRID. Actualizado: Guardar
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Supongamos que se llama Lola. Pues bien, esa mañana, como el día anterior y el anterior, Lola aguardaba sentada en el coche. Siempre acompaña al trabajo a -supongamos que se llama- Carlos, que tiene 33 años y es de Majadahonda. El martes pasado, a las nueve de la mañana, la Guardia Civil les dio el alto. Carlos y Lola circulaban por el Bus-Vao de la autovía A-6 de entrada a Madrid, carril reservado para vehículos con dos o más pasajeros. Una elección más rápida. Ahí los atascos escasean. Los agentes se percataron de que Lola tenía una extraña expresión. Demasiado extraña. No movía la cabeza. No tenía vida. Ni siquiera carne. Era un maniquí perfectamente vestido con peluca, pañuelo azul, jersey amarillo y unas grandes gafas de sol, muy a la moda. Su acompañante, de impecable traje, se expone a una sanción de 200 euros y a la pérdida de puntos. Por infractor. Por pícaro.

Pero la picaresca de -supongamos que se llama- Carlos no es nueva. Desde que se inauguró el Bus-Vao en los 90, episodios de este tipo se han repetido más de una vez, y de diez. De hecho, en internet existen foros para intercambiar o vender los muñecos con los que los conductores evitan las retenciones. Durante los primeros años de este carril, impulsado por el entonces ministro de Obras Públicas Josep Borrell, la Guardia Civil de Tráfico vigilaba en las salidas de la vía si los coches iban ocupados por un mínimo de dos personas. Entonces, la muñeca hinchable con el pañuelo en la cabeza era lo más habitual. En los últimos años, esa vigilancia ha sido sustituida por los radares y cámaras de televisión para detectar los atascos, aunque, como ocurrió la semana pasada también, a veces, hay presencia física de agentes.

Si los maniquíes hablaran, las compañeras de Lola podrían contar mil anécdotas. De hecho, algunas de ellas son utilizadas por los conductores para evitar robos. Hace unos años se dio el caso de que la policía local de un municipio de Madrid tuvo que abrir un coche ante el temor de que dentro hubiera un cadáver. Se trataba de una muñeca que el dueño del coche ponía en el asiento trasero para evitar que los ladrones le rompieran las lunas para robar en su interior.

Pero no solo mujeres inertes se suben al coche para hacer número. Algunos conductores sientan muñecos que imitan con gran realismo a niños, en las sillitas especiales se entiende. Engaño que solo se descubre al parar el vehículo, claro está. Otra cosa bien distinta es que un conductor sea multado por llevar a sus hijos en el asiento trasero y tener los cristales tintados. Si los agentes de Tráfico no ven a los ocupantes, proceden a cursar la oportuna denuncia.

A Lola, que quede claro, la Guardia Civil no la multó. Ella no cometió ninguna infracción. Lola llevaba puesto el cinturón.