Imagen de la obra de Bourgeois 'No me abandones'. :: J. C. HIDALGO / EFE
Sociedad

Los demonios de la mujer araña

Recorre los últimos diez años de la obsesiva aventura plástica de la gran creadora y celebra la primera década de La Casa Encendida La exposición de Louise Bourgeois 'MAL haya QUIEN mal piense' rescata sus piezas inéditas

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Los últimos diez años de la gran aventura creativa de Louise Bourgeois (París, 1911 - Nueva York, 2010) iluminan la primera década de La Casa Encendida de Madrid. La institución celebra su cumpleaños con una excepcional e histórica muestra por la que habrían 'matado' el mismísimo MoMA y, desde luego, el vecino museo Reina Sofía. 'MAL haya QUIEN mal piense' es el título de la exposición y de una de las más de 60 piezas de la última etapa de Bourgoeis, un tercio de las cuales no se había expuesto jamás. Verlas en España es todo un logro de José Guirao, director de La Casa Encendida y exdirector del Reina Sofía, museo público que organizó en 1999 la pionera exposicón española de la singular creadora francoestadounidense, la primera mujer a la que el MoMA dedicó una retrospectiva.

Universalmente reconocida por su arañas -como la de Guggenheim de Bilbao-, este arácnido que en el universo de Bourgeois simboliza la feminidad, solo aparece en una de las piezas de la selección, centrada en las «obsesiones, demonios y sueños» de la artista. La muestra es una autobiografía, un autorretrato de Bourgeois enfrentada a su pasado, a su temor al rechazo y al abandono y su búsqueda de autoafirmación.

Creadora infatigable, Louise Bourgeois no cesó de trabajar hasta su muerte. Muy activa hasta los 98 años, su trayectoria es personal y universal, analizando mediante su obra la experiencia de ser mujer en el siglo XX. De su talante da prueba la foto de Robert Mapplethorpe que recibe al espectador, un enorme retrato de una octogenaria, frágil y risueña Bourgeois sosteniendo una escultura con un enorme falo.

«El arte es una huida, no un destino» aseguraba Bourgeois, orgullosa de «hacer, rehacer y destruir como me da la gana» sus piezas. Su trabajo se valora hoy como el de una de las creadoras más singulares e interesantes de la segunda mitad del siglo XX. Pero Guirao explicó divertido cómo hace apenas quince años sudó tinta para convencer al Reina Sofía de la conveniencia de adquirir una araña de Bourgeois. Compró al fin a la galerista Soledad Lorenzo una de las grandes arañas que hoy se disputan los mejores museos, coleccionistas y salas de subastas.

La muestra reúne esculturas, dibujos, celdas-células, grabados sobre tela, ensamblajes o figuras de trapo confeccionadas con remiendos en las que afloran todos los temores de Bourgeois, que se psicoanalizó durante casi cuatro décadas y que dejó miles de páginas escritas sobre sus preocupaciones plásticas y vitales. La infancia, la maternidad, la sexualidad, la ternura y la violencia son tratados «de forma lapidaria o exhaustiva, sin concesiones, con la distancia o densidad de la experiencia, cuestionando o testimoniando una vida y su lucha por afirmarse a través una obra que dejará su marca indeleble en el siglo XX» resume la comisaria Danielle Tilkin.

Solo dos piezas -'Rejeccion' y 'Seven in bed'- se habían visto en España, en la exposición que le dedicó el CAC de Málaga en 2004. Un tercio de todo lo expuesto procede de la colección de la artista y no se había exhibido jamás, según confirmó Jerry Gorovoy, asistente de Bourgeois durante tres décadas y cuya aportación ha sido crucial.

En la última etapa de su casi centenaria vida Louise Bourgeois volvió a materiales suaves y blandos en lugar del bronce y el mármol de su inicios. Hija de tejedores, el hilo, las telas, sus ropas y la costura son protagonistas de muchas de sus últimas piezas. Conforman una obra ajena a cualquier moda o tendencia, tan personal como universal, que según la comisaria, «nos hace partícipes de medio siglo de su lucha, como mujer y como artista, por construirse y no ser eliminada». Una Bourgeois de feminidad atormentada «roída por las ratas. Roída por dentro y por fuera como un huevo agujereado con un alfiler y luego sorbido hasta vaciarlo». Deseosa de «fortificarla, hacerla como una pelota de espuma que rebota hasta el techo».

La obra de Bourgeois, tan rara como poderosa, no fue reconocida hasta 1982. Cuando tenía ya 72 años el MoMA le dedicó una retrospectiva, la primera exposición individual de una mujer en el museo neoyorkino. «Durante largos años fueron sobre todo otras artistas más jóvenes las que encontraron en la radicalidad de su trabajo un punto de referencia y de encuentro asimilable a sus propios discursos», dice la comisaria. «Louise no es una militante; es una individualista que en la soledad de su estudio se enfrenta a sus propios demonios y se libera, da forma a sus pensamientos, exorciza los conflictos y pone orden en su mundo», apunta Tilkin.

Gorovoy asegura que los materiales son clave para entender la evolución de la artista y de una obra fuerte en apariencia pero que es una exploración de sus fragilidades. Así lo refleja un cuadro que expresa sus temores ante el silencio, la oscuridad, la caída, el insomnio o el vacío. «Soy imperfecta pero no echo en falta nada. Quizás falta algo, pero no lo sé y por eso no sufro».