El soberanismo flamenco crece en Bélgica
Los independentistas se embolsan Amberes en las elecciones municipales y su avance reaviva el riesgo de escisión en el país
BRUSELAS. Actualizado: GuardarLa principal fuerza independentista de Flandes obtuvo ayer una victoria más que simbólica en las elecciones municipales belgas, tras recabar más de un 36% de los apoyos cuando se había escrutado ya un 80% de los voto. El líder de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), Bart de Weber, se impuso con contundencia en los comicios a la Alcadía de Amberes, la principal ciudad de la región neerlandófona y referencia a escala nacional, y rompe con este triunfo 90 años de hegemonía socialista en la localidad más populosa del norte Bélgica.
Las consecuencias de esta victoria tienen todavía un pronóstico reservado, pero no hay duda de que el soberanismo refuerza su posición. Pese a la ambiciosa reforma del Estado emprendida por el Gobierno federal, los comicios dejan claro que las tensiones nacionalistas están lejos de resolverse.
Nada más conocerse estos resultado, De Weber reclamó al primer ministro de Bélgica, el socialista Elio Di Rupo, una nueva reforma del Estado para dotar a Flandes de más autonomía. «Lo que hemos hecho hoy -por ayer- es histórico. Hemos llegado a un punto de no retorno en la historia». Señaló que «los flamencos tenemos que defendernos de la calle de la Loi», en referencia a la avenida bruselense donde tienen su sede la mayor parte de los ministerios, y pidió a los políticos francófonos que se responsabilicen «y se preparen con nosotros para la reforma confederal».
Las reacciones al discurso de Bart de Weber no se hicieron esperar. El secretario de Estado de Energía, el socialista y nuevo alcalde de Charleroi (sur del país) Paul Magnette, restó importancia al desafío del líder independentista, a quien recordó que ha ganado unas elecciones locales, no nacionales.
Por su parte, el presidente de los federalistas francófonos flamencos (FDF), Olivier Maingain, calificó el resultado de «dramático, pero previsible», que achacó a «un fracaso personal» de Di Rupo, pues, en su opinión, «prueba que el Gobierno actual no ha logrado calmar el apetito de los nacionalistas flamencos». De Weber había otorgado un carácter nacional a los comicios desde que decidió competir por el bastón de mando de Amberes. Aunque en Bélgica es una tradición que los líderes de las formaciones se presenten en las municipales, el político independentista realizó una apuesta muy arriesgada. Bajando a la arena local comprometía su imagen de candidato invencible labrada en los últimos años. El jefe de la N-VA ya se impuso en las generales de 2010, pero se quedó fuera del Gobierno al ser incapaz de forjar una coalición con los francófonos por su marcado espíritu soberanista.
Sin rival
El líder independentista, que no encuentra un rival de su altura en Flandes, centró buena parte de la campaña en el impacto que tendría a nivel nacional su triunfo en Amberes. Insistió en la tesis de que Bélgica oculta una «democracia escindida». «No tenemos ni una lengua nacional ni partidos comunes», remarcó en una entrevista antes de perfilar el camino que debería tomar la mitad norte del país. «La vía a seguir es el ejemplo reformista de Alemania», resumió. Convencido de las bondades del modelo germano, subrayó que la sureña región de Valonia viaja en la dirección opuesta. «Para ellos, la referencia es latina. Apuestan por Hollande y la estrategia de gastar, gastar y gastar», agregó.
De Weber explota el prejuicio ampliamente instalado de que Valonia se ha convertido en un lastre para los flamencos. Aunque la región francófona pugna con cada vez mejores resultados por modernizar su economía, Flandes es el motor empresarial del país. Además, el conflicto lingüístico sigue muy presente. Mientras que al norte muchos ciudadanos se manejan en francés, en el resto del país apenas se habla el neerlandés. Esta situación ha generado una división entre ambas sociedades, que no comparten ni medios de comunicación. En la mitad del embrollo se encuentra Bruselas, mayoritariamente francófona, pero en territorio flamenco.
La N-VA, una formación autodefinida como de centro-derecha, apuesta por una escisión progresiva del país. A diferencia del caso escocés o el catalán, en Bélgica el camino hacia la independencia no pasa por una consulta popular.
De Weber prefiere seguir reformando el Estado federal hasta vaciarlo de competencias en favor de las regiones. Bajo este modelo, llegaría un momento en el que la separación sería solo una cuestión emocional porque en la práctica el camino ya estaría recorrido. El gran problema es qué sucedería con Bruselas. La capital belga, que acoge las sedes la UE y la OTAN, se ha convertido en una verdadera potencia económica que nadie querría perder en caso de divorcio. El líder de los independentistas dio ayer un paso crucial en su estrategia por poner en marcha la división del país. Su triunfo en Amberes, una ciudad de medio millón de habitantes, le consolida como la principal referencia política en Flandes.