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Un mal trago para padres e hijos
Un estudio de la Fundación Pfizer alerta de la permisividad existente para que los menores compren licor La mitad de los progenitores no ven mal que los menores beban alcohol
MADRID. Actualizado: GuardarSiempre ha habido -y habrá- una brecha entre padres e hijos. De vez en cuando se entienden pero lo normal es que cada parte mantenga una prudente distancia. No hay ningún problema, salvo cuando el espacio se convierte en un verdadero océano. Este alejamiento tiene forma de botella. Los padres desconocen todos los aspectos que rodean a la relación que mantienen sus hijos con el alcohol: no saben cuándo empezaron, dónde se habitaron a beber, qué consumen y por qué lo hacen. Pero si esto es preocupante, la encuesta de la Fundación Pfizer demuestra que a casi la mitad de los padres les da igual que sus hijos beban. Es más, son muy permisivos con todo lo referente a este hábito. Es, curiosamente, el punto del estudio -realizado con más de 1.600 jóvenes entre 12 y 18 años y sus padres- en el que las dos partes están más cerca en sus posturas.
Los jóvenes aseguran que el 55,4% de las madres y el 52,4% de los padres están de acuerdo en que beban y más de un tercio, que lo hagan en cualquier sitio, incluso dentro del hogar. Si la misma pregunta se la hacen a los padres, la respuesta baja una media de ocho puntos. Siempre positiva hacia el consumo y, curiosamente, más permisivos con ellos que con ellas. Ambas partes también coinciden en que jamás hablan de estos temas en casa. «Evidentemente es necesario mejorar la comunicación entre los padres y los hijos y lograr una intercomunicación mucho mayor entre escuela y padres para coordinar los mensajes hacia nuestros hijos», apuntó Pedro Núñez Morgades, patrono de esta fundación. Es el único punto coincidente. En el resto, los jóvenes demuestran que los padres están bastante alejados de su realidad.
Por ejemplo, en el inicio del consumo: mientras los chavales afirman que empiezan a los 13,7 años, los mayores apuntan a los 15. Un tercio de estos chavales confiesa que su primera incursión en el mundo etílico la hacen a través de licores de alta graduación con o sin refresco; después se sitúan la cerveza (18,3%), el cava (16,7%) y el vino (15%). Toman su primera copa en casa (23%) o en la calle (22%) y en menor medida, las casas de amigos o los bares. Eso sí, siempre acompañados de amigos. En total, siete de cada diez jóvenes encuestados reconoce haber tomado alcohol en su vida, porcentaje que llega a nueve de cada diez si se concreta en la franja de 16 a 18 años y roza el 50% en la de 12 a 15 años. Además, uno de cada dos jóvenes entre 16 y 18 años consume alcohol un fin de semana al mes y cerca de un tercio, por lo menos dos al mes.
Esta edad tan baja en la iniciación etílica también se ve favorecida por la permisividad a la hora de comprar alcohol. Los jóvenes españoles entre 12 y 18 años compran o consiguen los licores fuertes, las cervezas y el vino -en este orden de consumo- en los supermercados (36,7%) de los casos, proporción que roza la mitad de los preguntados si se acota la pregunta a los chavales de entre 16 y 18 años. A continuación están los bares (casi uno de cada cinco) y en tercer lugar se sitúan los 'chinos' o las tiendas de 24 horas. Cuando se les cuestiona a los progenitores sobre este asunto, el informe destaca que uno de cada cuatro padres o madres no tiene ni idea de dónde puede comprar alcohol un menor. En este sentido los responsables del estudio indicaron la necesidad de endurecer la ley para que los menores no accedan tan fácilmente al alcohol; una iniciativa que el Gobierno se ha comprometido a desarrollar.
Botellones
El deseo de «probar algo nuevo» o participar «en un juego» es la principal excusa para beber la primera copa, seguida de celebrar alguna ocasión especial con la familia. También tiene su peso la existencia de consumidores de alcohol entre los amigos y la 'necesidad' de asegurarse la integración en el grupo. Este último argumento es el más usado por los padres para justificar que sus descendientes beban. Por el contrario, los que no beben lo hacen porque perjudica la salud (30%), un detalle que los que sí consumen creen que no tiene importancia porque «solo beben los fines de semana».
Asimismo, los episodios de embriaguez están más extendidos entre los chicos que entre las chicas. La brecha se abre en el bloque de chavales entre los 15 y los 18 años. En esta franja, la mitad admite haberse emborrachado alguna vez, un hecho que los padres desconocen. Menos del 10% del colectivo paterno reconoce, al hablar de sus hijos, algún episodio de embriaguez, un 8,7% cuando el periodo de referencia es toda la vida del joven y apenas un 5,2% cuando se habla del último año. El estudio dedica un apartado a los botellones, donde se aprecia una gran diferencia por edades. La tasa de asistencia mensual pasa desde el 6% entre los jóvenes de 12 a 15 años hasta el 35% entre los de 16 a 18 años. Lo más sorprendente es que seis de cada diez padres no saben si sus hijos realizan esta práctica.