Fernando Botero, delante de uno de los cuadros que se muestran en el Bellas Artes de Bilbao. :: LUIS ÁNGEL GÓMEZ
Sociedad

Botero, a todo volumen

Colombia, los curas, el circo, las torturas de Abu Ghraib y los bodegones son los grandes temas de este genio del color El Museo Bellas Artes de Bilbao muestra 80 obras del artista colombiano en su 80 cumpleaños

BILBAO. Actualizado: Guardar
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La vida de un artista se resume para Fernando Botero (Medellín, 1932) en la búsqueda de un estilo, «de algo distinto y radical que tendrá que defender con su obra de una manera casi sectaria». Lo dijo ayer el artista en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde inauguró la esperada muestra que celebra su 80 cumpleaños. Y, a la luz de los resultados, resulta evidente que Botero ha logrado aquello que quería tener, un sello propio, porque un cuadro suyo se ve que es suyo a distancia.

Colombia, los curas, el circo, los clásicos de la pintura, las torturas de Abu Ghraib, los bodegones: los grandes temas de la trayectoria del creador latinoamericano se despliegan en esta muestra con el título de 'Celebración', comisariada por su hija Lina Botero y patrocinada por la Fundación BBK. Todo bajo la presencia de su estilo basado en el volumen y el color reivindicado ayer por el artista, que otra vez desautorizó la visión corriente que le considera como el 'pintor de los gordos'. «Un cuadro no es una foto. Si alguien fotografía a una persona gorda, no hay manera de decir que no lo es. Pero en la pintura prevalece otra lógica. Es mi estilo lo que cuenta, un estilo pensado para dar realce a la sensualidad de la pintura a través del volumen y la monumentalidad», explicó.

Por lo general, Botero trata de hacer un arte sensual y «amable», como él mismo definió. Pero en la muestra también hay cuadros sobre cuestiones incómodas, como la violencia en Colombia o las torturas en la cárcel de Abu Ghraib. ¿Qué puede haber de sensual en ellos? «No tengo un estilo para los temas agradables y otro para los dramáticos, aunque el tratamiento del color sí es distinto. No puedo pintar Abu Ghraib con rosados y amarillos. Tengo que hacerlo con verdes, marrones y grises».

Muralistas mexicanos

La exposición comienza con unas obras de los inicios del pintor, fechadas a partir de 1959. En aquella época, Botero dejaba que sus influencias de las manchas de color del expresionismo abstracto y del patetismo de los muralistas mexicanos saliesen a la superficie de sus obras. Las figuras, sobre todo los rostros, eran ya más anchos de lo normal.

Los siguientes espacios están dedicados a los personajes de su país Colombia, con las montañas y la frondosa vegetación al fondo. Con un estilo ya muy definido, con esas caras silenciosas y de boca pequeña, con un mínimo de expresión, Botero hace desfilar a parejas, a familias enteras, con sus niños y sus juguetes, retrata bandas de música y personas bailando. Y también una balacera, titulada 'Masacre 8.15 pm', en la que aparecen tres muertos con varias de sus extremidades amputadas. En este cuadro los personajes tienen la boca abierta, igual que los torturados de Abu Ghraib, lo que no ocurre en el resto de las obras, en las que no aparece la violencia.

Cardenales, obispos y seminaristas ocupan el siguiente apartado, dedicado al clero y a la religión por una persona que confiesa la gran distancia con que mira los asuntos religiosos. Entonces ¿por qué los pinta? Por la peculiaridad colorista de sus trajes, de intensas tonalidades rojizas o negros y misteriosos, según el artista.

Además, en esta sección puede contemplarse un Cristo, parte de una serie que Botero explicó por la importancia que tuvieron en los siglos XIII y XIV en la pintura italiana, en la que el pintor se inspiró para comenzar la elaboración de su propio estilo. «El tema del Vía Crucis, ennoblecido por el arte, tuvo una importancia esencial en esa época y fue desapareciendo, sobre todo a partir de la Revolución Francesa. Picasso, que pintó casi todo, solo tiene un Cristo», destacó el colombiano. Botero descubrió las posibilidades del circo en México, cuando vio a una compañía ambulante y todo el espectáculo le pareció un estallido de color. «Ahora hay mucha gente que viste de negro y de gris. En comparación, el mundo circense representa lo opuesto. Desde los inicios del circo de carpa, en el siglo XIX, el tema ha tenido un gran recorrido pictórico, con obras de Renoir, de Toulouse-Lautrec, Picasso, Léger y Chagall. Pero su circo no es el mío. Cada uno tiene que hacerse el propio», apuntó el artista.