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Obama intenta remontar el fracaso del debate
Mitt Romney barre en las encuestas tras el primer cara a cara de la campaña electoral
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarMuchos demócratas se levantaron ayer indignados con Barack Obama por haber desperdiciado la oportunidad de sentenciar las elecciones con una de las peores actuaciones que se recuerda en los debates presidenciales. Antes de abandonar Denver, Barack Obama intentó asestar en un mítin los contragolpes que todos sus seguidores hubieran querido escuchar la noche anterior.
«Anoche (por el miércoles) subí al escenario y conocí a un tipo muy ardiente que dijo llamarse Mitt Romney», explicó, «pero no podía ser él porque el verdadero Mitt Romney lleva un año prometiendo por todo el país cinco billones en recortes de impuestos para las clases más acaudaladas, mientras el tipo que conocí anoche dijo no saber nada de eso».
Nadie se explica por qué Obama no fue capaz de rebatir a su rival republicano todas las contradicciones que resultaban de querer posicionarse como un candidato de centro derecha después de haber ganado las primarias orillándose hacia la ultraderecha. El miércoles, en el primer cara a cara entre los dos candidatos que aspiran a ganar las elecciones del próximo 6 de noviembre, el republicano prometía bajar los impuestos sin aumentar el déficit, cerrando lagunas legales que no quiso especificar, y eliminar la reforma sanitaria manteniendo de alguna forma misteriosa los beneficios que aporta.
Nada de eso lo expuso adecuadamente Obama en sus intervenciones, sino que fue la prensa, ayer, la que intentó encontrar sentido a las incoherencias de Romney. Los asesores del presidente hacían la ronda televisiva en la incómoda posición de no poder defender su actuación. Nunca en la historia de los debates, medida al instante por CNN desde 1984, había recibido un presidente un suspenso tan rotundo. El 67% de los encuestados pensó que había ganado Mitt Romney, frente a solo el 25% que dio por victorioso al mandatario. Obama solo había tenido tres días completos para preparse, mientras Romney sacó partido al mes y medio de intensivos entrenamientos con el que había refrescado las habilidades adquiridas en más de veinte debates durante las primarias. El exgobernador de Massachusetts, que llegaba al encuentro a la baja en las encuestas, salió al ataque dando muestras del liderazgo que buscan los votantes estadounidenses, dispuesto a clavarse en la yugular del presidente que busca la reelección. «Señor presidente, usted tiene derecho a su propia casa y su propia avión, pero no a tener sus propios datos», le reprendió.
Obama no se defendió. La mayor parte del tiempo la pasó ignorando la cámara, cabizbajo, mirando a sus notas y sin un ápice de la pasión que volvió a demostrar a la mañana siguiente, a menos de doce horas de esa decepcionante actuación. El 62% de los entrevistados dijo a CNN haber esperado más del presidente.
Para la congresista de su partido por Colorado, Diana Degette, que se sentaba entre el público, el Obama «aparentaba estar cansado». Era el adjetivo más amable que encontró. Los habituales fueron «plano», «apático» y «aburrido». La oposición llegó a llamarlo «vago» por no haberse preparado para el debate. Sus asesores se habían quejado de no poder sacar de su agenda bloques importantes de tiempo para que cundiese el entrenamiento, algo que ayer mismo volvía a repetirse, a solo once días de su próxima prueba ante las cámaras. Además del mítin de Denver en el que recuperó la pasión, Obama tuvo ayer tres más en Wisconsin. «¡Creemos en un país donde se recompensa el trabajo y todo el mundo tiene su justa oportunidad! ¡Ese es el país por el que estoy luchando!», se desgañitó.
Recuperar el paso
El debate que celebrarán el jueves los candidatos a vicepresidentes en Kentucky le dará la oportunidad de recuperar el paso. Obama, además, jugará en el próximo con la ventaja de las bajas expectativas de las que esta vez gozaba su rival, además de un formato con preguntas del público que le resulta más favorable a su estilo y lo hará más ameno.
Por contra, su desventaja será que por mucho que mejore su estilo lo verán menos votantes. Tradicionalmente el primer debate es siempre el más seguido, pero el del miércoles resultó tan aburrido que sin duda quitará las ganas a muchos de repetir la experiencia. «Los 90 minutos se desarrollaron más como un seminario entre un consultor de negocios y un profesor de universidad», describió 'The New York Times'. «Su discusión a menudo se hundió muy adentro en la maleza mientras hablaban uno por encima del otro sin conectar con las ideas de los votantes».
Trataban de impuestos, de reforma fiscal, de datos económicos y otros temas tan densos que la entrecortada letanía «era difícil de seguir», confesó el reportero. Por eso lo que más impresión causó entre la audiencia fue el lenguaje de los gestos que tan bien había entrenado Romney.
El candidato republicano dispone ahora de una nueva oportunidad en una campaña que vuelve a la casilla de salida, aunque harán falta varios días para que las encuestas traduzcan su éxito a puntos porcentuales.