El primer ministro israelí dibuja una lína roja sobre el gráfico de la bomba. :: LUCAS JACKSON / REUTERS
MUNDO

Netanyahu pinta la línea roja a Irán

El primer ministro israelí asegura que Teherán tendrá lista una bomba atómica para el próximo verano

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Parecía un garabato infantil con una bomba de dibujos animados, pero el que lo sostenía no era un personaje de ficción sino el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu. Por eso nadie se reía. La última vez que la ONU tuvo delante de sí unas imágenes tan peligrosas tras su aspecto inocente fue cuando a Colin Powell le tocó mentir al mundo sobre los sofisticados arsenales móviles que presuntamente Irak utilizaba para ocultar sus armas de destrucción masiva. Ayer Netanyahu cumplió con la misión para el discurso de pintarle a Irán: literalmente, pintó la famosa línea roja que desatará un ataque militar contra el país.

Sus asesores dicen haber negociado durante días los términos de su intervención para no contradecir las palabras de Barack Obama del martes en ese mismo podio. El presidente, sin embargo, no se ha reunido con el primer ministro israelí, que ayer lo hizo con Hillary Clinton. Netanyahu piensa que Irán puede tener el material que necesita para construir una bomba atómica el próximo verano y después de eso completar el proyecto en cuestión de «meses, posiblemente unas pocas semanas». Ese sería el plazo que tendría el mundo para atajar lo que él considera una amenaza directa sobre su pueblo, convencido de que Irán la usaría para cumplir la profecía de Mahmud Ahmadinejad de que «Israel será finalmente erradicado».

Ahmadinejad, sin embargo, ya no estará ahí, porque está en camino de agotar su segundo y último mandato. Tampoco EE UU coincide con la inminencia del ataque. Las fuentes de inteligencia estadounidenses aseguran que Irán no ha decidido construir un arma nuclear. Por ahora sólo pretende enriquecer uranio al 20% necesario para isótopos médicos, pero los expertos temen que eso le ponga demasiado cerca del 70% necesario para armar una cabeza nuclear. Y Washington cree que incluso después de llegar a ese porcentaje dispondría de un año para tomar acciones militares.

Los cinco poderes que negocian con Teherán un alto a su programa nuclear están dispuestos a permitirle temporalmente seguir con un enriquecimiento de entre el 3,5% y el 5% para que produzca energía nuclear. Irán, como muchos países, dice estar preparándose para la escasez de petróleo, por lo que quiere limitar sus reservas a la exportación y suplir sus necesidades internas con energía nuclear. Algo que no convence a nadie. Toda la comunidad internacional cree que pretende armarse para convertirse en una potencia que sirva de contrapeso a Israel, el único país de Oriente Medio que tiene grandes arsenales nucleares, y que encima no lo admite, por lo que no ha firmado el Tratado de No Proliferación.

Los inspectores de la Agencia de Energía Atómica Internacional de la ONU, que operan en Irán, son los primeros en denunciar que en el último año este país ha doblado el tamaño de sus instalaciones centrífugas, construidas bajo tierra para protegerlas de un ataque aéreo «de los incivilizados sionistas», clamó el miércoles Ahmadineyad.

Al-Qaida nuclear

Netanyahu sostuvo ayer que las líneas rojas «no llevan a la guerra, la impiden. Es no ponerlas lo que a menudo invita a la agresión». Para mentalizar al mundo del calibre de la amenaza comparó a Irán con la organización terrorista de Osama Bin Laden y aseguró que «un Irán nuclear sería lo mismo que un Al-Qaida nuclear». Anticipándose a las respuestas, Netanyahu recordó a «quienes piensen que se puede desalentar a Irán como a la Unión Soviética», que a diferencia de esta Irán produce atentados suicidas.

El mundo, sin embargo, prefiere ir más despacio en este juicio, y hasta Obama ha dicho que aún hay «tiempo y espacio» para las negociaciones, «si bien no es ilimitado». Washington ha convencido al Consejo de Seguridad para imponer «las sanciones más duras de la historia», como reconoció Netanyahu, que en palabras suyas están estrangulando la economía iraní, pero no han detenido su programa nuclear. Los expertos están divididos entre si esas sanciones lograrán torcer la voluntad del gobierno iraní en el sentido que busca Occidente.

Pese a su aire de urgencia y su redoble de tambores, el mandatario israelí sonó menos bucanero que en anteriores discursos. En parte, porque el temor a que Obama salga reelegido le obliga a contener sus instintos bélicos, y en parte porque las encuestas indican que su pueblo tampoco apoya un ataque aéreo contra irán, por temor a la respuesta de este. Ambos países parecen pensar como en el salvaje Oeste. Israel se siente autorizado para disparar primero por temor a un ataque, e Irán dijo hace unos días que podría atacar a Israel si se siente amenazado. Es el contrapeso del mundo el único que puede evitar que ambos salten por los aires antes incluso de que se encienda la mecha de esa bomba de caricatura que ni siquiera existe.