BUENAS INTENCIONES
Actualizado: GuardarEl Gobierno presentó ayer dos proyectos importantes. Uno, el de los Presupuestos del Estado para el próximo ejercicio, que sin duda se convierten hoy en el centro de la atención de los medios y en el objeto del debate de los analistas. Otro, el Plan de Competitividad que se irá desglosando en los próximos meses y que incluye nada menos que 43 medidas con impacto en los ámbitos más diversos. El primero es mucho más actual, pero el segundo mucho más importante. El primero se refiere al presente y trata de embridar las cuentas públicas para cumplir con Europa y pasar sin sustos el ejercicio. El segundo se refiere al futuro, para garantizarlo mediante el refuerzo de las empresas, la generación de actividad y la creación de empleo. Como el Plan de Competitividad no ha sido desvelado en sus detalles y, en cambio, los Presupuestos hay que aprobarlos enseguida, hablemos hoy de ellos.
Si los juzgamos a la luz de las intenciones y las previsiones, la opinión solo puede ser positiva. Por el contrario, si lo hacemos a la luz de las realidades, solo podemos constatar lo lamentable de la situación a la que hemos llegado. Las intenciones son buenas, pues son coherentes con los planes de reducción del déficit trazados al alimón con Bruselas. Y el reparto del esfuerzo es correcto pues los recortes de los gastos -no de los sociales-, soportarán más peso que el incremento de los ingresos vía impuestos. Aquí encontramos a los ya anunciados, como IVA, Patrimonio y Plusvalías junto con el nuevo sobre las Loterías. Entre las cantidades que no se reparten en el sorteo y las que se retiran después de adjudicados con este impuesto, los premios pierden mucho brillo.
Por su parte, las previsiones son alentadoras. Tanto la vicepresidenta como el Ministro de Hacienda aseguraron que este año se alcanzarán los objetivos de ingresos. Una noticia excelente. si se cumple. Nos ahorrará problemas internos, al disipar las dudas sobre nuevos recortes y, sobre todo, reforzará la confianza exterior sobre nuestra economía y sobre la acción del Gobierno. No obstante, lo que resulta lamentable es la constatación de que tanto esfuerzo, tanto recorte en los gastos y tanta subida de impuestos no es suficiente para reducir la deuda. Si se fijan en los números, ésta subirá de nuevo, empujada por el irresistible impulso del coste de la financiación y por el inevitable aumento de las pensiones, junto con el imprescindible incremento de las becas. Es decir, el objetivo -ciertamente exigente- al que aspiran los Presupuestos, no es lograr un superávit y lograr que el país deba menos, es tan solo aminorar el ritmo de crecimiento de nuestra deuda. Así de triste y así de crudo.