Algo pasa con Romney
Obama consigue ventaja en nueve Estados clave frente al candidato republicano, que se hunde por su caótica campaña
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarLa semana de pánico en la campaña presidencial de Mitt Romney ha subido tantos grados que la esposa del candidato ha tenido que intervenir. «Ya basta. Esto es muy difícil», se revolvió indignada Ann Romney en una radio de Iowa. «¿Queréis intentarlo vosotros? Pues lanzaos al ruedo». Respondía al coro de voces conservadoras que piden a gritos un giro de timón y ofrecen consejo gratis sobre cómo se puede enmendar la campaña, ahora que aún hay tiempo. No es que el barco se hunda, sino que por primera vez el viento sopla a favor de Barack Obama. El presidente le saca ventaja al republicano en los nueve Estados claves para ganar la Casa Blanca. La diferencia es mínima, apenas del 0,4% en Carolina del Norte y del 2,5% en Florida, pero suficiente para desatar las alarmas.
Con la economía como está, lo normal es que Obama siguiese la suerte de todos los jefes de Estado del mundo que, a izquierda o derecha, han sido culpados de la crisis y reemplazados en las urnas. «La pregunta es por qué Romney no está diez puntos por encima de Obama», dice el experto en sondeos John Zogby. El fundador de la firma líder de encuestas políticas cree que la religión mormona del candidato le ha hecho perder el apoyo de muchos evangélicos, un electorado clave que aupó a George W. Bush hasta la Casa Blanca. Como prueba exhibe que solo el 54% de estos electores planea votar por él, mientras el 70% lo hizo hace cuatro años por John McCain, a pesar de que tampoco era su favorito.
En las páginas de 'The Wall Street Journal', la columnista Peggy Noonan, voz de la derecha intelectual, tiene otras explicaciones: «La campaña de Romney es incompetente», escribió el martes. El viernes volvió al ataque. «Romney necesita un nuevo consejero delegado». O sea, despedirse a sí mismo. Noonan sugiere que contrate a un experto en «situaciones caóticas y descalabradas por naturaleza» como James Baker, que dirigió la campaña de Reagan en 1984 y la de George Bush padre en 1988. A juicio de muchos, Romney debería dedicarse a lo que tienen que hacer los candidatos: dar mítines.
Steve Lombardo, un veterano estratega republicano que trabajó con Romney en la campaña de 2008, coincide con Peggy Noonan, pero añade otros factores. Según Lombardo, la batalla de las primarias dejó al partido con un «candidato dañado», en parte por los virulentos ataques de gente como Newt Gingrich y por las tempranas acometidas de los demócratas. La apuesta por Romney cuando éste todavía batallaba dentro de su partido con otros rivales más a la derecha sirvió para pintarle desde el principio como un ricachón incapaz de conectar con la realidad del ciudadano de a pie.
Frágil optimismo económico
El hecho de que en las últimas tres semanas «el péndulo haya cambiado en favor de Obama» lo atribuye Lombardo al éxito de la convención demócrata frente al fracaso de la republicana, «que no logró relanzar la imagen del candidato», además de a una mejora de la percepción económica. «Sí, el paro sigue siendo alto, pero la Bolsa ha mejorado y eso ha hecho que se recuperen los fondos de pensiones», apuntaba el estratega. 'The New York Times' precisaba más: «La construcción de nuevas viviendas y la venta de casas han alcanzado los niveles más altos de los dos últimos años y el censo indica que el número de jóvenes que viven con sus padres está descendiendo».
En el mundo de las percepciones, ese frágil optimismo se refleja en el tamaño de la lista de donantes que ha acumulado la campaña de Obama al final de agosto. El dosier presentado a las autoridades electorales tiene casi el doble de páginas que el de julio, 170.000, con más de 3 millones de nombres. Eso convierte la estrategia del aspirante a la reelección en una campaña de bases, frente al puñado de multimillonarios que impulsan la de Romney.
El hecho de que el candidato que despreció al 47% de la población que recibe ayudas gubernamentales esté perdiendo la batalla de la recaudación de fondos indica que el pánico se ha extendido a los donantes, y que la campaña de Obama empieza a tener éxito en su misión de recuperar el entusiasmo de 2008.
Siempre por la mínima, la campaña de Obama y los comités que lo apoyan van ganando en recaudación de fondos a los de Romney -774 millones de dólares (596 millones de euros) frente a 736 (566)-. Con las encuestas a favor, Obama también ha empezado a recibir ayuda de los millonarios que intentar comprar favores, como el jefe del fondo de inversiones de riesgo Jim Simons, que recaudó para él dos millones de dólares (1,5 millones de euros) en un solo almuerzo.
Hasta los donantes de Romney empiezan a preguntarse si aciertan con la inversión. «No tengo problema en firmarte otro cheque», le dijo uno de ellos en Texas. «Pero, ¿no deberías estar tú ahora mismo en Ohio?». El candidato al que sus excolaboradores acusan de no escuchar consejos le hizo caso. A partir de mañana recorrerá en autobús el Estado donde va perdiendo por cuatro puntos y sin el que ningún republicano ha ganado nunca la Casa Blanca.
Todos coinciden en que la mejor oportunidad de Romney para darle la vuelta a la situación serán los debates presidenciales, que empiezan el día 3. Si Romney puede ganar el primer duelo dialéctico con Obama y aprovechar un presumible bajón de la actividad económica para relanzar su imagen, la necesidad de ceder el mando de su campaña podría desaparecer. Los asesores de Obama lo saben. Por eso insisten en que no es momento para la euforia y menos para la autocomplacencia. A dos meses de las elecciones, y a la velocidad de vértigo que cambia la opinión pública en la era digital, todo es posible.