La penúltima de Aznar
La lideresa ha sido la única dirigente del PP que se atrevió a desafiar la autoridad de Mariano Rajoy Esperanza Aguirre Presidenta de la Comunidad de Madrid
Actualizado: GuardarEsperanza Aguirre es a los presidentes autonómicos lo que es José Mourinho a los entrenadores de fútbol. Querida con pasión por los suyos y odiada sin mesura por los rivales; con actuaciones que no dejan indiferente a nadie; es una fábrica de perlas informativas y anécdotas hilarantes; las meteduras de pata, reconocidas sin empacho por ella misma, dan para una antología. Es «una descarada», suele decir un muy estrecho colaborador suyo hasta hace unos meses. Es, sin duda, el gobernante de comunidad autónoma más conocido fuera de sus confines.
Mujer de fuertes convicciones, al punto de que no le importa quedar en minoría dentro del PP cuando se trata de defender su punto de vista. Dos ejemplos de los últimos días: se quedó sola, junto a Jaime Mayor Oreja, dentro del PP en las críticas al ministro del Interior por la concesión del tercer grado penitenciario al etarra Josu Uribetxebarria Bolinaga, y brindó su respaldo a la concejal socialista Olvido Hormigos ante la difusión de un vídeo íntimo. En todo caso, siempre heterodoxa, populista y con un pellizco de chulería. Pero en ningún caso incauta; es de las políticas que nunca dan puntada sin hilo. De ahí que el anuncio de su adiós a la política haya generado un sinfín de hipótesis y preguntas. Con ella, la versión oficial siempre ha sido difícil de creer.
Lleva tres décadas largas en la actividad política, en 1979 entró en el Ministerio de Cultura como jefa del gabinete técnico del director general del libro, pero fue a partir de 1983, cuando empezó a adquirir notoriedad pública. Aquel año fue elegida concejal del ayuntamiento de Madrid por un pequeño partido liberal integrado en la Coalición Popular que lideraba Alianza Popular, formación que abrazó cuatro años después.
Su proyección nacional llegó con José María Aznar, se declara aún hoy 'aznarista' de los pies a la cabeza. Se hizo cargo de la cartera de Cultura en 1996, año en el que fue la senadora más votada de España. Dejó el Ministerio tres años después para ser la primera mujer en España que presidió el Senado. A petición de Aznar dejó la Cámara alta para presentarse a las elecciones en la Comunidad de Madrid en 2002. Ganó, aunque se quedó a un escaño de la mayoría absoluta, pero Tamayo vino a verle. La deserción de dos diputados del PSOE dejó a los socialistas con la miel en los labios y en la repetición de los comicios sacó la mayoría absoluta. Ahí nació la 'lideresa', término que no está claro quién acuñó, pero que le encanta. Es la única dirigente política a la que se aplica semejante pirueta lingüística.
Desde ahí se hizo un hueco, y no pequeño, en el PP y en la política nacional. No dudó en mostrar su malestar por la decisión de Aznar de nombrar sucesor a Mariano Rajoy en detrimento de Rodrigo Rato, el favorito de Aguirre y de casi todo el PP. No tardó en mostrar su desapego hacia el hoy presidente del Gobierno, y en 2008, tras la segunda derrota a manos de José Luis Rodríguez Zapatero, organizó un virulento e inusitado motín en toda regla contra Rajoy. La revuelta, sin embargo, no cuajó. Dudó de si tirarse a la piscina y disputar el liderazgo del PP, pero al comprobar, días antes del congreso del partido en Valencia, que no había agua, regresó a sus cuarteles de invierno en la Puerta del Sol.
'Pepito grillo'
No por ello dejó de ser el 'pepito grillo', y algo más, de Rajoy. Se opuso a que su íntimo enemigo, el alcalde madrileño Alberto Ruiz-Gallardón, fuese en las listas al Congreso, ella no podía por incompatibilidad con su cargo de presidenta autonómica, y dobló el brazo de Rajoy. Cuatro años más tarde renunció a dar esa batalla. Ya estaba en horas bajas, tanto por su cáncer de mama como por su pérdida de influencia dentro del partido, un retroceso lento pero inexorable desde que hiciera tambalear el liderazgo interno del hoy presidente del Gobierno.
La enfermedad y el crecimiento de su familia con la llegada de los nietos hicieron que bajara el pistón laboral. Siempre se jactó de trabajar de sol a sol, sus colaboradores dan fe de ello, pero su jornada mantuvo todavía horarios agotadores. No en vano su lema preferido es «pico y pala» como estrategia para gobernar y ganar elecciones.
Ahora dice adiós, adiós de verdad, sin tutelar a su delfín desde las bambalinas. Y será así porque la penúltima de Aznar, el último es Rajoy, es de las que cumple su palabra.