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Benedicto XVI roza la guerra de Siria en su primera visita a Líbano
El Papa inicia hoy su viaje más delicado para defender la convivencia pacífica de cristianos y musulmanes
ROMA. Actualizado: GuardarEl Vaticano asegura que el viaje que Benedicto XVI emprende hoy a Líbano, para regresar el domingo, nunca ha estado a punto de suspenderse, pero los rumores en las últimas semanas han sido considerables. La guerra civil en Siria desde hace año y medio y la tensión que contagia a Líbano, además de que allí desembocan miles de refugiados, ponían sobre la mesa graves problemas de seguridad y oportunidad diplomática. No es una situación nueva: Juan Pablo II se vio obligado a anular su primer y ansiado viaje al país de los cedros en 1994 por el peligro de atentados, y no pudo ir hasta 1997. Benedicto XVI ha mostrado el mismo empeño, porque Líbano es un país crucial para el mundo cristiano, y de hecho también fue visitado por Pablo VI en 1964.
El frágil mosaico libanés es el único país de Oriente Próximo dirigido por un cristiano, el maronita Michel Sleimane, y que se define multiconfesional en su Constitución. Con una presencia cristina de entre el 35% y 40% de la población, es el último vestigio en una región convulsa de una sociedad plural. Conviven hasta doce iglesias cristianas con el Islam, dividido a su vez en cinco grupos, más la comunidad judía. Para el Papa es una referencia esencial de paz religiosa, en un momento en que le preocupan especialmente el empuje del fanatismo islámico y el éxodo y la progresiva reducción de las pequeñas comunidades cristianas de todo Oriente Próximo. Como decía Wojtyla, «Líbano, más que un país, es un mensaje».
Pero lo cierto es que este Papa nunca ha estado tan cerca de una guerra en marcha. Beirut está a cien kilómetros de Damasco, hay continuos tiroteos en la frontera e incluso se han dado combates en suelo libanés entre grupos fieles y contrarios al régimen sirio. En todo caso, el movimiento chií Hezbolá, afín a Siria e Irán, que domina el Gobierno libanés y es considerado un grupo terrorista por EE UU, ya invitó a recibir con hospitalidad a Juan Pablo II y ha vuelto a hacer lo mismo. Varios líderes religiosos han señalado que todos los libaneses de buena voluntad, independientemente de su fe, celebran y esperan la visita del Papa.
El viaje es sin duda uno de los más delicados de los 23 que Ratzinger lleva ya en sus siete años de pontificado, junto a dos de la misma zona, el de Turquía en 2006, tras la encendida controversia sobre sus palabras acerca de la violencia del Islam, y el que realizó en 2009 a Jordania, Israel y Cisjordania. La Santa Sede, como siempre, ha insistido en el carácter eminentemente pastoral de la visita, pero su peso simbólico y político es evidente. Es el primero del pontífice a la región tras la llamada primavera árabe, que se sigue con enorme interés desde el Vaticano, y coincide de lleno con el ataque a un consulado de Estados Unidos en Libia a causa de una película sobre Mahoma considerada blasfema.
El jesuita Paolo Dall'Oglio, expulsado de Siria este verano y gran conocedor del terreno, ha aconsejado al Papa que «pida ayuda a un servicio de inteligencia que pueda garantizarle la seguridad, ya que los servicios libaneses no bastan». Las autoridades locales le han respondido que no hay problema. «Probablemente es un poco delicado hacer este viaje con una guerra tan cerca», ha llegado a admitir el cardenal francés Jean-Louis Tauran, antiguo 'ministro de Exteriores' vaticano y presidente del pontificio consejo de Diálogo Interreligioso. La Santa Sede ha querido transmitir calma y asegura que «no hay hostilidad ni temores particulares por la seguridad» de Benedicto XVI.
La política se cuela en los repliegues del propio motivo del viaje, la entrega del Papa de su reflexión conclusiva sobre el sínodo de Oriente Próximo celebrado hace dos años, una gran asamblea de los prelados de la región en torno a sus principales problemas. El texto final del sínodo al que debe responder mencionaba, por ejemplo, la necesidad de cumplir las resoluciones de la ONU para que Israel termine con la ocupación de territorios árabes y defendía la política de dos pueblos y dos Estados, para que Palestina disponga de un Estado propio. Por otro lado, la visita cae en el 30 aniversario de la matanza de palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatila en 1982, que se cumple el domingo.