El expresidente Clinton ha apoyado la campaña de Barack Obama y ayer se encargó de nominar formalmente al candidato. :: JEWEL SAMAD / AFP
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Clinton presta su magia a Obama

El expresidente devuelve el optimismo a la convención al recordar sus logrosLos demócratas quieren transmitir la idea de que el futuro del candidato se puede parecer al brillante pasado del antiguo mandatario

CHARLOTTE (CAROLINA DEL NORTE). Actualizado: Guardar
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Hace cuatro años Bill Clinton estaba tan enfadado con Barack Obama que llevaba consigo a los mítines una lista de las 81 ofensas que le había escuchado. Ese aprendiz de político que «hace unos años hubiera sido feliz de llevarnos las maletas», dijo a Ted Kennedy cuando intentó conseguir el apoyo a su esposa en las primarias, no sólo había puesto en jaque las merecidas aspiraciones presidenciales de Hillary Clinton sino que se permitía criticarle a él. Y hasta llegó a decir que «Ronald Reagan cambió Estados Unidos de una forma que Bill Clinton no».

Nada de esa furia contenida se dejó entrever ayer en el escenario de la Convención Demócrata, donde el expresidente vivo más popular de EE UU volvió a brillar con luz propia. Clinton está ahora en los sesenta, y cuando los asesores de Obama le recuerdan eso no se refieren a su edad, aunque tenga 66 años, sino a su índice de popularidad. A la mayoría de los estadounidenses, sean demócratas o republicanos, «Bill Clinton les recuerda una época en la que tenían dinero en el bolsillo con un presidente demócrata», observó la asesora Karen Finney, que trabajó para el expresidente en la Casa Blanca.

Cada partido tiene incómodos elefantes que ocultar, y la fórmula de las convenciones ha sido relegarlos a un homenaje en vídeo. Así es como apareció George W. Bush la semana pasada en Tampa y Jimmy Carter esta semana en Charlotte. Con todo, la campaña de Mitt Romney, que gusta comparar a Obama con el expresidente demócrata que perdió la reelección, saludó su reaparición en vídeo e hizo votos de no dejarlo escapar. «Los años de Jimmy Carter parecen los buenos tiempos en comparación a lo que tenemos ahora», dijo el candidato a vicepresidente Paul Ryan. «En julio de 1980 el desempleo era del 7,8% mientras que ahora llevamos 42 meses por encima del 8%».

Los candidatos republicanos no pueden estar tan satisfechos con la presencia de Clinton. Cuando este dejó la Casa Blanca el paro estaba sobre el 4% y el déficit de 300.000 millones de dólares (238.000 millones de euros aproximadamente) que recibió se había transformado en un billón de dólares de superávit. Si Romney promete la quimera de encauzar los presupuestos para el 2020 y crear 13 millones de puestos de trabajo, Clinton dobló esa cantidad en sus ocho años de gobierno y llevó al país al mayor periodo de crecimiento sostenido de la historia.

La pipa de la paz

Para el expresidente fue un placer recordar sus logros anoche ante una audiencia estimada en alrededor de 20 millones de personas, pero por mucho que su ego brillase no fue fácil conseguir que le prestara su magia a Obama. Paul Begala, asesor de Clinton en la Casa Blanca, asegura que a Hillary le fue mucho más fácil perdonarle por las ofensas de la campaña. A Bill, que le aconsejó con entusiasmo que aceptase el cargo de secretaria de Estado, «le costó un poco más». Dicen que la pipa de la paz se la fumaron en un restaurante de Manhattan en septiembre de 2009, nueve meses después de su inauguración como el primer presidente negro.

Con todo, cuentan que el encuentro no fructificó en mucha intimidad. A Obama le gustaba hablar de deportes, a Clinton de política. Y mientras que el viejo zorro demócrata sigue pasando las noches al teléfono con medio planeta, el actual mandatario prefiere cenar con sus hijas a las 6.30. Obama aprovechó su mediación para importantes asuntos políticos, pero no consiguió ficharlo para su campaña de reelección hasta que el año pasado se dejó la tarde jugando con él al golf.

Clinton no es un soldado demócrata más. Para que pudiera brillar ayer hubo que quitarle la noche de gloria al vicepresidente Joe Biden, que hablará hoy antes que su jefe, pero el sacrificio dará claros beneficios en las urnas. Se trata, como dijo la columnista Maureen Dowd, de asegurar a los votantes nerviosos que el futuro de Obama se puede parecer al pasado de Clinton, con un déficit más bajo, plenitud de empleo y dos partidos capaces de llegar a acuerdos. «A cambio, Bill tendrá el capital para asegurar que el pasado puede parecerse al futuro, con Hillary como sucesora de Obama», especulaba ayer la columnista del 'New York Times'.