Gibraltar
DIPUTADA DEL PP Actualizado: GuardarDurante este año del Bicentenario también se cumplen 300 años de la apertura del congreso, en la ciudad holandesa de Utrecht, que condujo a la firma de un tratado que cambió, en gran medida, el mapa político de la Europa de la época. Todavía faltaría un siglo para que en Cádiz se redactase nuestra primera constitución y para el inicio de la sucesiva independencia de las repúblicas americanas. Pero cien años antes de que ello ocurriera, y en pleno ocaso de ese imperio en el que no se ponía el sol, nuestra provincia estaba ya en el punto de mira de las grandes potencias del momento. Tras la muerte, sin descendencia, de Carlos II el Hechizado, nuestro país se encontró en el epicentro del campo de batalla por el equilibrio de poder entre Francia, el imperio austríaco, Inglaterra y Holanda.
Comenzaba la Guerra de sucesión española en la que dos candidatos a la corona, el archiduque Carlos de Austria y el francés Felipe de Anjou, representaban a los distintos intereses del momento. Finalmente, en abril de 1713, se firmaba la injusta paz de Utrecht con la que España pagaba los platos rotos. Se perdieron los Países Bajos españoles, el ducado de Milán, Nápoles, Cerdeña y Sicilia, mientras que Inglaterra, junto con la obtención de diversas ventajas comerciales con América, se anexionaba Menorca y Gibraltar.
Han pasado 300 años y, todavía, el Tratado de Utrecht, y la permanencia de la única colonia existente en Europa, siguen dando que hablar pero, sobre todo, siguen teniendo una importancia crucial en la vida diaria de los gaditanos del Campo de Gibraltar. El citado Tratado circunscribía el territorio anexionado a la ciudad y al castillo junto con su puerto, defensas y fortalezas, poniendo el límite en la muralla que daba al istmo. Posteriormente, los británicos alegaron que la cesión de una plaza incluía también el espacio al alcance de sus cañones, lo que en la práctica venía a suponer la reivindicación de toda la bahía de Algeciras, por lo que España construyó en 1731 otras fortalezas con piezas de artillería del mismo alcance, creándose una especie de campo neutral en territorio español. Más tarde, una serie de epidemias sirvió de excusa para instalar un campamento sanitario y una línea de garitas en el tómbolo e ir avanzando así hacia territorio español, avance que siguió con el levantamiento británico de la verja en 1908 y con la construcción, en 1938, del aeropuerto que cruza el istmo adentrándose en la bahía de Algeciras.
Ahora, ya todos sabemos que la expansión pasa también por la reclamación gibraltareña de aguas jurisdiccionales. Más allá de disputas territoriales, las consecuencias de esa expansión, acrecentada por el actual ultra nacionalismo gibraltareño animado subrepticiamente por la metrópoli británica, está teniendo consecuencias graves en la vida y en el trabajo diario de los linenses y del resto de la población del campo de Gibraltar.
La prensa de este verano ha venido a dar cuenta de las dificultades que están atravesando los pescadores españoles para ganarse la vida tras la ruptura unilateral, por parte del gobierno de Fabián Picardo, del acuerdo que existía con los pescadores y por el que se faenaba sin problemas en las aguas que, siguiendo la ya clásica estrategia expansionista británica, reclaman como propias Gibraltar y el Reino Unido. El acoso a nuestros pescadores ha sido continuo y ha obligado, en más de una ocasión, a la intervención de la Guardia Civil.
La beligerancia dialéctica del líder socialista gibraltareño Picardo ha ido in crescendo, con insultos a la Benemérita apoyados por instancias institucionales británicas, tras la actuación de aquella en defensa de normas comunitarias de pesca. No deja tampoco de tener su aquel la supuesta defensa ecológica, en una zona bajo control medioambiental español de acuerdo con la UE, que aduce el ejecutivo gibraltareño para torpedear la faena de los pescadores españoles cuando, al mismo tiempo, no controla el trasvase de fuel entre barcos en el Estrecho, con las gasolineras flotantes, o cuando, supuestamente, vierte residuos y basura del aeropuerto directamente al mar. Supuestamente porque, según las autoridades gibraltareñas, solo se trata de polvo y arena que se deposita, siempre, en tierra. Podría ser. Camión a camión, queda la duda si la estrategia expansionista también se plantea hacia el litoral de poniente; al fin y al cabo, la pista se construyó en 1938 así que ya podemos imaginar las toneladas de arena que tienen acumulada para ir rellenando y avanzando.
Los problemas no se reducen a la pesca. Recientemente, el Círculo de Trabajadores y Pensionistas Españoles en Gibraltar denunció la existencia de numerosos despidos discriminatorios de españoles. Realmente las relaciones no están siendo fáciles, y son los trabajadores españoles los que están sufriendo directamente las consecuencias de la política nacionalista de ese paraíso de servicios financieros, tan estratégicamente situado para los intereses militares británicos, que es el Peñón. Pero la defensa de nuestros trabajadores es lo primero y ello pasa por no aceptar que el problema gibraltareño se considere como una cuestión aparte en las relaciones bilaterales con el Reino Unido.