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¿Cómo afecta a los clientes?
Por el contrario, se refuerzan las garantías de los ahorros y el flujo del crédito se reactivará, aunque a largo plazo Habrá menos oficinas y las comisiones serán más elevadas
MADRID. Actualizado: GuardarLos millones de clientes bancarios residentes en España percibirán de inmediato algunos efectos de la nueva reforma, que se pretende definitiva, aplicada al sector. Como consecuencia de la reestructuración, el número de oficinas será cada vez más reducido y, para financiar el saneamiento, las entidades necesitarán mejorar sus resultados. Como el negocio de tomar y prestar dinero apenas tira, las comisiones por el resto de servicios se encarecerán aún más. En contrapartida, los ahorros quedarán más protegidos, e incluso se podrá aspirar a obtener rentabilidades más altas. Pero habrá que esperar algún tiempo hasta que el crédito se normalice y vuelva a alimentar la actividad de las empresas y el gasto o la inversión de las familias.
Menos oficinas. La concentración bancaria que arrancó en 2009 con la fusión de tres cajas catalanas ha reducido en 4.568, un 10% del total, el número de sucursales que existían por esas fechas. El recorte total puede llegar hasta un 25% según fuentes del sector. La incomodidad que eso supone para el usuario -España era uno de los países más bancarizados del mundo- se intentará atenuar con una mejora del funcionamiento del uso telemático. Ordenar una transferencia o consultar los movimientos de una cuenta a través de Internet ya es una práctica bastante común. Pero los usuarios tendrán que soportar el coste del uso de cajeros de distinta red, más necesario y frecuente tras el cierre de oficinas.
Comisiones más elevadas. Con el negocio en declive, los bancos están subiendo el coste de las comisiones tradicionales (mantenimiento de cuenta, cobro de recibos, transferencias, tarjetas), que solo ofertan de forma gratuita a los clientes más fieles. Los esfuerzos impuestos por el saneamiento, y la reducción de la actividad como consecuencia de la depresión económica, les llevarán a elevar aún más el precio que cobran por la prestación de servicios. Una consecuencia previsible de este movimiento será la concentración de clientes, porque una mayoría de los usuarios españoles tiene cuenta abierta en más de una entidad.
Protección del ahorro. Cuando un banco no puede atender sus pagos, la garantía de reintegro de hasta 100.000 euros por cuenta o depósito corresponde el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD). En los últimos tiempos se había atribuido al FGD, dotado con recursos de la banca privada, una función auxiliar en el rescate de entidades, lo que comprometía su dedicación principal. A partir del real decreto se le libera de este papel, con lo que se refuerza su capacidad de reembolso. Los países europeos preparan, por otra parte, una unión bancaria con un fondo de garantía de depósitos común. Podría no suponer una sustancial mejora, porque hay bancos europeos en peor situación que los españoles.
Mayor transparencia. Las entidades no podrán colocar en el futuro a los clientes particulares unos productos de ahorro complejos -participaciones preferentes, títulos subordinados- sin informarles de las consecuencias. Los suscriptores considerados no idóneos, es decir, no profesionales, tendrán que firmar, de su puño y letra, que conocen bien todas las condiciones, y se exigirá un desembolso mínimo de 25.000 euros en las sociedades cotizadas y de 100.000 euros en las que no lo están. Previamente los habrán adquirido un 50% de inversores institucionales, buenos conocedores de lo que compran y no se dejan seducir fácilmente.
Más retribución. Los depósitos de clientes volverán a tener una retribución atractiva, y los bancos a competir entre ellos en lo que se ha conocido como 'guerra del pasivo'. Se acaba la penalización que, desde julio de 2011, se aplicaba a las entidades que ofertan tipos elevados. Ante este 'castigo', muchas se lanzaron a comercializar pagarés, un producto financiero que no está protegido por el Fondo de Garantía de Depósitos.
Crédito futuro. Aunque es el objetivo principal de la reforma, todos los expertos coinciden en que el flujo normal de crédito tardará en recuperarse. Por el lado de la demanda, porque el clima económico, la elevada tasa de paro y las oscuras expectativas llevan a las empresas y familias a aplazar sus proyectos. Por el de la oferta, porque, si bien prestar dinero es la vocación principal de los bancos, la alta morosidad les lleva a extremar la prudencia. Más rentable les sale comprar deuda soberana con recursos del Banco Central Europeo, por más que sea una fórmula con poco futuro.
Acceso a la vivienda. Los bancos favorecidos con ayudas públicas traspasarán las viviendas que se han adjudicado con un descuento respecto a su valor de mercado. El banco malo las pondrá a la venta en un plazo de hasta quince años. Puesto que saldrán más baratas, aumentarán las oportunidades para los compradores de menor poder adquisitivo.
Menor riqueza. Desde un primer momento, la expectativa de que salga al mercado abundante oferta inmobiliaria a precios más bajos recortará el precio que tienen los pisos en el mercado. Y también mermará el efecto riqueza de los propietarios de viviendas, lo que limitará sus decisiones de consumo. Muchos hipotecados constatarán que deben más de lo que poseen. Los dueños que ya no tienen cargas pendientes, se dejarán llevar por la idea de que su principal patrimonio ha sufrido una drástica reducción de valor.