El Ejército sirio intensifica su ofensiva en Damasco
Las fuerzas del régimen convierten la capital en un campo de batalla tras sufrir el derribo de un helicóptero por parte de los rebeldes
DAMASCO. Actualizado: Guardar«¡Dios es grande, dios es grande!» se oye gritar a uno los responsables de la grabación del primer derribo de un helicóptero por parte de la oposición armada siria. El aparato llevaba varias horas, según diferentes activistas consultados, disparando contra el distrito de Jobar cuando fue alcanzado por un proyectil disparado desde Qabun, a escasos minutos del centro urbano. La lucha por Damasco sigue viva y tras una semana de ofensiva contra los barrios y pueblos del sur, que concluyó con la denuncia de los opositores de la aparición de 320 cuerpos con signos de tortura en las calles de Daraya, el Ejército comenzó la segunda fase de la «operación limpieza» en el este.
Antes de entrar por tierra, las fuerzas leales de El-Asad repiten la misma estrategia de castigar las posiciones del enemigo con duros bombardeos de artillería y helicópteros. Tras una noche bajo el fuego, la noticia del derribo de la aeronave se difundió rápidamente por Internet y los medios sirios no tardaron en hacerla oficial. Un portavoz del Ejército Libre Sirio (ELS) que se presentó como Omar Al Qabuni aseguró a la agencia AFP que «se trata de la respuesta por la masacre de Daraya» e informó de la localización del cuerpo del piloto. Pese a los llamamientos al diálogo que ambos bandos realizan en los foros internacionales sobre el terreno prosigue la militarización del conflicto.
«Tienen cada vez mejores armas y cuentan con el apoyo de las agencias de inteligencia occidentales para manejarlas, esto obliga al Ejército a emplearse a fondo para poder hacerles frente», denuncia Anas al-Jazayri, responsable del Observatorio Para las Víctimas de la Violencia y el Terrorismo con sede en Damasco. Desde el inicio del levantamiento contra El-Asad esta es la segunda aeronave derribada tras el MIG abatido en la provincia de Deir Ezzor a mediados de mes, aunque en aquella ocasión el régimen habló de «un fallo técnico». En los vídeos subidos a las redes sociales no se ve el momento del impacto, pero entre las autoridades crecen las sospechas de que los rebeldes hayan recibido armamento antiaéreo.
Solo 24 horas después de que Bashar el-Asad aludiera a un «complot extranjero» con la intención de expulsarle del poder como causa principal de la inestabilidad y prometiera «luchar sea cual sea el precio», Damasco y Alepo volvieron a convertirse en los campos de batalla donde régimen y oposición dirimen sus diferencias. Las dos grandes ciudades del país son un espejo de la inestabilidad e incertidumbre que reina en un país donde viajar por carretera se ha convertido en una actividad cada vez menos recomendable.
Hongos de humo negro
Los 120 kilómetros que separan Homs de Damasco, hasta ahora relativamente seguros, se contagiaron de la violencia de la periferia de la capital. Autobuses ametrallados, tanques en las colinas y nuevos puestos de control improvisados eran el paisaje en el trayecto hacia la capital. Tras el derribo del helicóptero la ruta estuvo cerrada varias horas, pero a media tarde se permitía el paso de vehículos que desde lejos advertían la proximidad de la capital debido a los hongos de humo negro saliendo de Ain Tarma, Zamalka, Saqba o Kafr Batna.
Los coches volaban por el asfalto y los ocupantes miraban a los vehículos próximos con desconfianza. Ya nadie se fía de nadie. «¿Qué haces aquí, no ves cómo está el tema?», pregunta sorprendido un soldado al ver un pasaporte extranjero en el último control antes de entrar al centro de Damasco, donde parques y plazas estaban llenos de civiles que habían salido huyendo del fuego cruzado.
Las organizaciones humanitarias alertan de la saturación de escuelas y mezquitas y de que «la crisis va para largo porque la gente intenta volver a sus barrios y pueblos, pero debido a la destrucción y la inseguridad es imposible vivir allí. El Gobierno está demasiado ocupado con la guerra como para ocuparse de los civiles», lamentaba un voluntario.
El trabajo en los despachos va despacio y suena lejano. Las palabras de Ban Ki-moon pidiendo una «investigación inmediata» de la muerte de 320 civiles en Daraya quedaron eclipsadas por la violencia de los combates en la capital, acentuados tras el derribo del helicóptero. «El Ejército solo ataca los barrios donde hay presencia de opositores armados y las posiciones desde las que reciben algún disparo. ¿En qué le beneficia la ejecución de inocentes?», se pregunta un funcionario del régimen consultado.
La «guerra contra los grupos terroristas» defendida por las autoridades ha calado entre la población leal a El-Asad que queda en Damasco y que vive con una mezcla de terror y esperanza la escalada de la violencia. «A veces parece que todo va a terminar en dos días y de pronto estalla algo como lo de hoy. Cada día es diferente e impredecible, pero sabemos que cada ofensiva de este tipo por parte de las fuerzas de seguridad sirve para hacer el país más seguro», asegura Al-Jazayri, responsable de una organización que colabora en la ayuda a los centros de desplazados abiertos en la ciudad, cuyo número aumenta con cada operación de limpieza del Ejército.