Artículos

El FT y las autonomías

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El Financial Times, que ofrece la visión anglosajona del mundo, acaba de publicar un largo artículo de David Garner titulado 'España: autonomía bajo presión' en el que sostiene la tesis de que el PP, que nunca vio con buenos ojos el Estado de las Autonomías, quiere aprovechar la crisis para desactivar el sistema. Es decir, en palabras de Garner, «quiere no solo adelgazar el Estado sino recentralizarlo». Aventura que, «si se gestiona mal, puede debilitar el marco constitucional que sacó a España de la dictadura de Franco y la convirtió en una democracia vibrante, y puede alimentar las demandas de vascos y catalanes para la independencia que el sistema autonómico se suponía que debía evitar».

El análisis, como muchos de los que provienen de la misma fuente, no es certero. El Estado de las Autonomías tiene aquí probablemente más respaldo social que político e intelectual, y en España hay jacobinos en ambos lados, pero eso no significa que el PP esté decidido a laminarlo, aunque en la formación conservadora, como en la socialista, haya centralistas conspicuos (a veces conviene recordar que identificar nacionalismo con progresismo es aberrante). En lo que sí acierta el venerable periódico es en afirmar que si no se resolviese bien la polémica del pacto fiscal, podría producirse en Cataluña un estallido independentista. Porque -y esto ya no lo dice el FT-, es muy fácil hacer demagogia y seducir a la ciudadanía con el argumento de que «con medio pacto fiscal, en Cataluña no tendríamos que hacer recortes» (Artur Mas).

El Estado de las Autonomías ha estructurado este país conforme a pautas modernas, que deben ser actualizadas mediante el principio de subsidiaridad y previendo las corrientes armonizadoras que soplan ya desde el corazón de la Unión Europea. Y en el extremo, habrá que proponer un Estado federal que integre los sentimientos centrífugos en una entidad sólida y bien engrasada. Y en esta tarea deben empeñarse los dos grandes partidos. La crisis debería ser el fermento de esta transformación, que requiere sólidos liderazgos en el poder y en la oposición.