Dos tipos duros con una idea fija
El primer ministro israelí y su titular de Defensa alientan un ataque contra el plan nuclear de Irán con muy débil apoyo en su propio país
EL CAIRO. Actualizado: GuardarAtacar cuanto antes para «ganar algunos años de tiempo», aunque no se consiga acabar por completo con el programa nuclear iraní, o presionar a Estados Unidos para que apoye una acción antes de sus elecciones presidenciales de noviembre. Entre estas dos opciones podrían estar debatiéndose el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, y su ministro de Defensa, Ehud Barak, los dos instigadores de una hipotética guerra con Irán que, según la prensa hebrea, no apoyaría ni el Ejército ni el presidente Simon Peres y tampoco su homólogo estadounidense, Barack Obama.
Con las negociaciones sobre el programa nuclear iraní paralizadas, el rumor de guerra se viene escuchando desde hace muchos meses, y empezó a sonar con más claridad el pasado mayo, cuando Netanyahu cerró un pacto sorpresa con el hasta entonces principal partido de la oposición, Kadima, para lograr la mayor coalición parlamentaria de la historia de Israel. El pacto dejaba la puerta abierta a un posible ataque a Irán gracias a la mayoría en el hemiciclo.
Pero las especulaciones han alcanzado su máximo nivel desde la semana pasada, cuando varios reputados columnistas aseguraban que el plazo que se han puesto los defensores de la guerra es más breve de lo que se pensaba. «Desde el momento en que depende de Benyamin Netanyahu y de Ehud Barak, un ataque militar israelí a las instalaciones nucleares iraníes tendría lugar en los próximos meses de otoño, antes de las elecciones de noviembre en EE UU», escribían en Yedioth Ahronoth Nahum Barnea y Simon Shiffer.
La fecha no es aleatoria. Si Israel emprendiera acciones militares, Obama, que se ha mostrado reacio a atacar a Irán y que opta a la reelección contra el muy proisraelí Mitt Romney, se vería presionado para asistir a Tel Aviv.
Un mes y 500 muertos
El Gobierno es consciente de que Israel no cuenta con la capacidad militar suficiente como para acabar con el programa nuclear iraní -del que por ahora no existen pruebas de que haya llegado a construir una bomba nuclear o de que Teherán haya tomado siquiera la decisión de hacerlo-. El propio Simon Peres, que se supone contrario al ataque, aseguraba esta semana que «está claro que nosotros no podemos hacerlo solos (.) Tenemos que ir juntos con los estadounidenses», reconoció en una entrevista.
Pero ni siquiera la insuficiencia militar parece ser arma disuasoria para Netanyahu. Según publicaba esta semana el diario Jerusalem Post, el simple hecho de poder retrasar el programa nuclear iraní durante unos años sería justificación suficiente para embarcarse en esta empresa bélica, una guerra que el hasta hace unos días ministro de Defensa Civil, Matan Vilnai, calcula que podría durar un mes, tener varios frentes y causar, solo entre los israelíes, más de 500 muertes, según dijo en una entrevista con el periódico Maariv.
Además de retrasar el programa nuclear, argumenta el primer ministro, el ataque podría mostrar la vulnerabilidad del Gobierno de Teherán y precipitar un cambio de régimen en el país. Muchos observadores internacionales defienden precisamente lo contrario, que una guerra contribuiría a unir aún más a la población alrededor de sus dirigentes.
La región en peligro
Las amenazas de guerra con Irán, sean un farol de Netanyahu o una posibilidad real, se enfrentan, además, a la oposición de importantes sectores de la sociedad israelí, que consideran que la acción bélica pone a toda la región en peligro y perjudica la relación con EE UU, por no hablar de las repercusiones en el precio del petróleo en un contexto económico ya muy complicado.
Una iniciativa que cuenta ya con cientos de apoyos, entre ellos los de prestigiosos profesores de Derecho de la Universidad de Tel Aviv, pide a los pilotos del Ejército que se nieguen a bombardear Irán en el caso de que el Gobierno decida finalmente atacar al régimen de los ayatolás. Las Fuerzas Armadas tampoco apoyan por el momento pasar a la acción. «No hay un solo oficial de alto rango en el sistema -ni entre la cúpula (del Ejército) ni entre las ramas de seguridad, ni siquiera el propio presidente- que apoye un ataque a Irán en este momento», aseguraban Barnea y Shiffer en Yedioth Ahronoth.
Irán, al menos públicamente, ha quitado importancia a la amenaza israelí. Miembros de las Fuerzas Armadas consideran que se trata de una «guerra psicológica» contra Teherán, como ha expresado el propio ministro de Defensa persa, Ahmad Vahidi. Pero el lenguaje beligerante del ayatolá Ali Jamenei, que ha vuelto a la retórica de «borrar a Israel del mapa», no hace sino incrementar el rumor de los tambores de guerra en Israel.