![](/cadiz/prensa/noticias/201208/18/fotos/5185787.jpg)
Diez años sin el poeta del espacio
El homenaje a Eduardo Chillida, deslucido por el cierre de su casa museo y el frustrado sueño de Tindaya
Actualizado: GuardarEl espacio, la tierra o el viento fueron materiales con los que Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) compuso sus poemas tridimensionales. Mañana se cumplen diez años de la muerte del genial escultor donostiarra. Fue, con Antoni Tàpies, el más reconocido e internacional creador español en la segunda mitad del siglo XX. Su obra universal, viva y pujante, se reparte por medio mundo y no ha perdido un ápice de su elevada cotización. En un año cargado de actos y exposiciones, se le recordará en el Chilllida-Leku, su casa museo en Hernani, creada para perpetuar su memoria pero incomprensiblemnte cerrada al público por el desencuentro entre los herederos y las autoridades vascas.
Para Luis Chillida, que evoca la tolerancia como la gran virtud de su padre, «es una enorme pena» que se le homenajee con el museo cerrado. Es una de las sombras del aniversario, junto al estancado proyecto de vaciar la monta de Tindaya en Fuerteventura, el último y frustrado sueño de Chillida. A la espera de soluciones definitivas para el futuro de ambos, el legado de Chillida brilla por todo el mundo en un año con exposiciones en París, Londres, Múnich, Berlín, Münster o Séul.
La fundación Chillida Belzunce plantea una «celebración sin fronteras». En el día D del aniversario, personalidades del arte, la ciencia, y la cultura lo evocarán con '100 palabras para Chillida'. Son personas que tuvieron contacto con el artista o influidos de manera especial por su obra. Como Clara Janés, autora de 'La indetenible quietud' ilustrado por el escultor, o José Guirao, director del Reina Sofía cuando el museo acogió la mayor retrospectiva del escultor. Su testimonio se publicará en un libro-homenaje. Es una iniciativa de Susana Chillida que filmó con su padre 'Chillida, el arte y los sueños'.
El Instituto Etxepare impulsa la cátedra Chillida en la Universidad de Fráncfort, y el cocinero Juan Mari Arzak ha diseñado el postre 'Homenaje a Chillida' que recrea en chocolate el 'Peine del viento' de San Sebastián. En otoño, el Museo ABC acogerá una exposición con logos de Chillida y se presentará el primer volumen de su catálogo razonado. En colaboración con el Instituto Cervantes, habrá homenajes en Alemania y Francia, y simposios en Berlín y Madrid, donde la Universidad Complutense le hizo doctor 'honoris causa' en Filosofía.
Sencillez magistral
Aliado de la tierra, el mar, el fuego y el aire, Chillida cimentó su magisterio en la naturalidad de un genio parejo al de Brancusi, Calder o Giacometti. Reconocido desde los años sesenta, su obra se reparte por los mejores museos del mundo. Su vida fue una batalla para dominar formas y espacios en la que hizo vanguardia de lo más ancestral y primigenio. Su gran herramienta fue la sencillez que mudó en magia y cosmopolitismo. Ya fuera peinando vientos, aliándose con los elementos y los metales, es especial el hierro «mi gran amigo».
Materiales eternos a los que dotó de la sutil poética que engrandece lo más humilde, ora en pequeños formato, ora en las gigantescas piezas que son hitos en grandes ciudades de todo el mundo. No cejó en su búsqueda de los límites del espacio y la capacidad expresiva de unos materiales vinculados siempre a la naturaleza aunque fueran de procedencia industrial: hierro, alabastro, hormigón, barro cocido, acero, madera solo en algunas ocasiones, o los gruesos papeles de unos grabados de línea clara cuya delicadeza contrasta con la contundencia de sus volúmenes. «Toda mi vida pasa por los verbos buscar, dudar y preguntar. Por hacer siempre lo que no sé hacer, porque lo que sé hacer ya lo he hecho», aseguraba en 1999, cuando el Reina Sofía abría la gran muestra que revisaba su larga e intensa carrera.
Bien desde propuestas arriesgadas, como el frustrado vaciado de la montaña de Tindaya, bien en piezas diminutas, su obra exhibe esa ejemplar simpleza reservada a los grandes. «Frente a su obra lo mejor es callar» suele decir uno de sus mejores conocedores, Kosme de Barañano.
Jamás pensó en jubilarse. Consciente de que los mejores períodos creativos de muchos artistas «coinciden con el final de su vida», quiso morir calzando las botas del creador que cambió en su juventud por las de futbolista. Pero la enfermedad le jugó una mala pasada, le privó de la lucidez necesaria y lo apartó de la escena pública desde octubre de 2000, cuando inauguró junto los Reyes el Chillida-Leku.