Las barbacoas pierden fuego
La imagen de familias en torno a las brasas cambia por grandes grupos de jóvenes dispuestos a pasar una gran nocheEl número de asistentes a la cita veraniega sigue bajando año tras año pese a que el tramo acotado se ha mantenido en esta edición
Actualizado: GuardarM ucho ha llovido desde aquellos veranos en los que las barbacoas del Carranza significaban el fin del verano y de las vacaciones. Grandes familias con padres, madres, primos y abuelos incluidos se arremolinaban en torno a la sombrilla, la mesa y las sillas hasta altas horas de la madrugada con la excusa de tomar un pinchito o una hamburguesa hecha al amor del carbón. Familias y grandes grupos de amigos preparaban los enseres gastronómicos mientras otros se pintaban de amarillo la cara para ir a ver al Cádiz disputar el trofeo de los trofeos. Todo un ritual. Por aquel entonces las imágenes que dejaba la noche de las barbacoas gaditanas era la de una playa repleta de gente a lo largo de sus más de siete kilómetros de longitud, tanto si la marea estaba llena como vacía. Una imagen que muchos, incluso los dirigentes políticos, quisieron que entrara a formar parte del libro Guinness de los Récords para hacer de las brasas gaditanas un reclamo turístico.
Poco a poco las barbacoas han perdido fuego y se han ido transformando. Las continuas reducciones de módulos para poder encender el carbón, el levante, el poniente, la crisis... cualquier excusa es válida para explicar la pérdida de adeptos en la noche de las barbacoas. De las cerca de 250.000 personas que participaron en 2005 (50.000 más que en el concierto de Carlinhos Brown de hace tres semanas) se pasó a los 160.000 de 2006. En 2007 se registró un repunte con 175.000 personas, pero la cifra comenzó a caer en picado desde entonces. Se perdieron los tres dígitos y se pasó a hablar de decenas de miles. En la noche de ayer el número de asistentes volvió a descender pese a que el calor del día hacía pensar que se rompería la estadística.
A falta de datos oficiales al cierre de esta edición y a que el desembarco en la playa se realizó hasta la una de la madrugada, la impresión es que el número de asistentes muy inferior a los 50.000 del pasado año. La mayoría de ellos, grupos de jóvenes atrincherados con sombrilla, neveras y bebidas fundamentalmente dispuestos a disfrutar de una nueva edición de barbacoas sin importarles si había más o menos gente a su alrededor. Desde luego, la noche acompañó.
A diferencia de citas anteriores la llegada de los asistentes se hizo de rogar. En torno a las 18.00 horas comenzaron a tomar posesiones los primeros grandes grupos, la gran mayoría de ellos jóvenes procedentes de otras localidades tanto de la Bahía como de la municipios de provincia de Sevilla como Gines o Camas que venían huyendo de la ola de calor. «Esto es gloria», afirmaba José Luis que había venido acompañado de siete amigos «para pasar una noche fresquita».
A los grupos de amigos como el de José Luis era fácil distinguirlos en su camino entre los módulos 2 y 4 de la playa La Victoria. Acudían cargados de neveras de plástico, sillas, sombrillas y por supuesto la barbacoa. Algunos venían de fuera e ignoraban la prohibición de traer muebles a la playa, como un joven de Extremadura que intentaba por todos los medios que el vigilante le dejara pasar una mesa. «Pero si esta es de Ikea, y la traemos para no comer en la arena», decía pero las normas son las normas y tuvo que elegir entre bajar a la arena o quedarse con la mesa.
A medida que avanzaba la tarde y que los bañistas fueron guardando la toalla comenzaron a apreciarse los primeros grupos que se preparaban a pasar la noche en vela. Sobre las nueve de la noche, los grupos comenzaron a instalarse, aunque la gran mayoría buscan conseguir hueco en las cercanías del módulo central de la playa Victoria. Allí se concentró el grueso de los asistentes mientras que en los exteriores de los módulos dos y cuatro los huecos entre unos y otros era mayor.
Aún quedan rescoldos
A pesar de que todos los años las previsiones para la celebración de las barbacoas son cada vez más pesimistas se mantiene todavía un buen grupo de gaditanos que se resisten a dejar caer la tradición en el olvido. «Para muchos de nosotros es una excusa para vernos en verano puesto que muchos vivimos fuera de Cádiz», contaba anoche Fernando Baudet. «Estoy trabajando en Málaga y aunque en los dos últimos años no he podido asistir siempre es una alegría pasar una noche en compañía de los amigos y en la playa». A pocos metros de él, Pepe confesaba que «las cosas han cambiado mucho». Sin decir su edad, afirmaba «que yo ya estaba aquí cuando se crearon las barbacoas y se nota mucho como la gente ha dejado de venir y ya no quieren hacer ni los pinchitos».El modo de participar en la celebración de las barbacoas ha ido cambiando en los últimos años. Si bien, en ediciones anteriores el público compartía el hielo y los filetes, en la noche de ayer, los gaditanos optaban por mantener cierta distancia con la arena y contemplar la escena desde detrás de la barrera. Fueron muchos los que optaron por recorrer el Paseo Marítimo y llenar el estómago en los restaurantes y bares. Sin duda, lo mejor para estos establecimientos fue la posibilidad de ampliar sus horarios aprovechando la cita festiva, un aspecto importante en tiempos de crisis.