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De héroes y villanos

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Qué nos gusta un bueno y un malo. Esta semana lo hemos vuelto a ver. Las imágenes que ha dejado Juan Manuel Sánchez Gordillo atracando el supermercado con su palestino colgando al cuello han servido de excusas para trazar una nueva línea sobre los héroes y los villanos. A un lado, los que atracan a las grandes superficies para repartir los alimentos entre las familias más necesitadas y a otro, los que impiden que salgan del supermercado y tildan a los primeros de ladrones y vándalos. Durante estos días las redes sociales han echado humo para situarse junto a un bando u a otro utilizando toda clase de argumentario desgastado y demagogia barata. E incluso han comparado a Sánchez Gordillo (que compagina su cargo de parlamentario andaluz y alcalde de Marinaleda con el de okupa y asaltasupermercados) con Robin Hood. Vende mucho el lema de robar a los ricos para dárselo a los pobres pero lo cierto es que todos los que participaron en la toma del supermercado cometieron un delito de robo. Nos guste o no nos guste, pero es un delito. Aquí entra en juego cuestiones como si el fin justifica los medios o quienes entran en esa lista de familias necesitadas para recibir alimentos. A la mente se me viene todo el trabajo que desarrollan a diario asociaciones y el Banco de Alimentos y que queda oculto por polémicas como ésta. La situación cobra un matiz diferente cuando las consecuencias dictan de ser muy diferentes para los participantes de toda la historia y el cabecilla. Mientras que a tres o cuatro de los muchos que entraron en el supermercado se les ha detenido como cabeza de turco y puesto en libertad condicional con cargos a Sánchez Gordillo se le ha entregado una citación judicial para que se presente a declarar, aunque ya ha manifestado que se lo está pensando. Tan solo por el mero hecho de ser parlamentario, representante andaluz. No creo que sea de recibo que la cabeza visible y que anima a los que menos tienen a lanzarse al robo organizado no tenga el mismo trato que sus seguidores. Sin darse cuenta se convierte en un político más que se escuda en su condición de personaje público para no ser tratado igual que el resto de los ciudadanos. Y es que al final, la línea entre héroes y villano es más fácil de cruzar de lo que uno se piensa.