Sociedad

El maravilloso desorden de Agatha Christie

John Curran publica un segundo volumen con los secretos de la gran dama del crimen

MADRID. Actualizado: Guardar
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Son setenta y tres cuadernos sorprendentes. Inconclusos, desordenados, garabateados, sin claves y con un ilógica asombrosamente maravillosa. Pero de esas hojas encuadernadas, de formatos diversos, pintarrajeados con bolígrafos y lápices salieron algunas de las novelas de misterio más importantes de la historia. Los entresijos de los casos de Hércules Poirot y la señorita Marple se intuyen en esas libretitas que Agatha Christie (1890-1976) siempre llevaba consigo para que cualquier idea que se le pasase por la cabeza quedara plasmada en papel. «La verdad, aunque sea decepcionante, es que no trabajo con mucho método», confesó la 'madre' del detectivo Hércules Poirot en una entrevista en 1955.

Estos cuadernos estuvieron durmiendo el sueño de los justos durante décadas, reposando en el desván de su casa de verano de Greenway. Hasta que en 2005, la familia le dio el visto bueno al dublinés John Curran, cosecha del 54, para que analizase esos cuadernos que «son un caos», pero que demuestran «su visión de conjunto y un germen de todas sus ideas y novelas». El considerado como uno de los mayores especialistas de la figura de Christie en el mundo publicó en 2010 'Los cuadernos secretos', un primer volumen de conclusiones sobre la escritora y con dos obras inéditas de Poirot y una rareza de los 'Diez negritos' en los que parodia a Hitler. Ahora Curran muestra más secretos de la gran dama del crimen.

'Los planes del crimen' (Suma) navega por la prolija producción de Christie, a través de esos cuadernos que en la primera década, por los años veinte, se convierten en un conjunto de caligrafía indescifrable. «Parece un auténtico ejercicio de taquigrafía», asegura Curran. Solo a partir de los años 50, su caligrafía clarea y se pueden apreciar en todo su esplendor los apuntes de Christie. Curiosamente incluían de todo, desde esbozos literarios hasta listas de la compra o libros que a la propia escritora le gustaban, tanto de sus rivales literarios como de género histórico (recomienda 'Ivanhoe' en el cuaderno 56). En esta ocasión también hay un relato con versiones de la señorita Marple. 'El caso de la mujer del portero' apareció en 1942 y sirve de preludio, según Curran, a una de las mejores novelas de Christie, 'Noche eterna', escrita un cuarto de siglo después. También hay verdaderos tesoros, como el final original de 'El misterioso caso de Styles'. El editor de Christie fue quien convenció a la escritora de la necesidad de cambiar el final de esta novela que supuso el debut de Hércules Poirot. Corría 1920 y el libro supuso la gran aparición de una Christie influenciada por el maestro Arthur Conan Doyle y por Edgar Allan Poe.

Pero si algo demuestra la investigación de Curran es que Christie estuvo atenta a su mundo, sobre todo, a los cambios que llegaron tras la II Guerra Mundial. En sus libretas se aprecian esbozos de 'thrillers' más modernos e ideas inconclusas de proyectos, como realizar un caso basándose en el juego del Cluedo. Pero la figura de Hércules Poirot es lo que más atrae a Christe. En el cuaderno 21, la autora explica cómo lllegó a crearlo para 'El misterioso caso Styles'. «Era el comienzo del otoño de 1914. Los refugiados belgas estaban por todas partes. ¿Por qué no poner un refugiado belga de detective, una mente preclara retirada del cuerpo de policía belga? (.) ¿Qué tipo de persona sería, con un nombre más bien grandilocuente? Hércules. algo. Hércules Poirot, sí, eso valdría. ¿Qué más? Sería muy pulcro. muy metódico (¿Será porque yo soy una persona tan desordenada?)», escribe la propia Christie.

La escritora confiesa que ha sentido «antipatía» por el detective, ya que se ve atada por él. Pero después de este desengaño, Christie añade que le debe mucho «desde el punto de vista económico». Las libretas también revelan la evolución de Christie, que en los años cincuenta se centra más en su producción teatral; sin embargo, en los sesenta recupera a una anciana señorita Marple para reflexionar sobre la vida, proyectándose la propia Christie en las reflexiones de su personaje. Y en los setenta, una octogenaria dama del Imperio Británico sigue escribiendo libros de peor calidad. Pero como el propio Curran dice, «eso ya da igual».