¿LO PIDO O ME LO DAN?
PROFESOR DE DERECHO PRIVADO DE ESADE Actualizado: GuardarLa deuda pública en circulación ronda los 930.000 millones de euros y el coste financiero estimado para el año próximo, los 38.000. Este es el problema. La solución es la compra masiva desde el exterior. La cuestión es si lo pido o me lo dan. Efectivamente, esta es la disyuntiva en la que se encuentra el Gobierno español en la actualidad. O no. Porque cada día que pasa en la actual tesitura la respuesta está más cerca de la petición que de la dación. Y es que esa compra masiva solo puede tener lugar, o bien por el Banco Central Europeo, que no está sujeto a más indicaciones que las propias pero que dice que no está diseñado para ese menester, o por los fondos de rescate europeos, que para eso están, aunque a expresa petición estatal y a cambio de un conjunto de medidas de política económica que convierten a nuestro Gobierno en un mero ejecutor. Y en este tira y afloja andamos ya por segunda ocasión. Que la primera tuvo lugar en el último trimestre del año 2011 con la discusión de la oportunidad de recapitalización del sistema bancario español. Y aquí andamos ahora, con 32 condiciones en materia de política económica como contraprestación de esa recapitalización.
En aquellas fechas de 2011 ya hubo voces que advirtieron de la existencia de mecanismos de financiación bancaria a disposición del Gobierno español. Es el caso del comisario Joaquín Almunia. Como ahora lo está volviendo a recordar para el caso de la refinanciación de la deuda pública estatal. Los continuados esfuerzos del Gobierno en negar la mayor, esto es, en negar la necesidad de un rescate global, no están teniendo otro resultado que el rostro demacrado por el esfuerzo, que nadie le niega, y el sufrimiento, que nadie le desea, al presidente del Gobierno español.
Cierto es que no debe haber nada tan descorazonador como luchar a diario sin resultado, sin saber siquiera contra qué ni contra quién. Pues los llamados mercados, que no están presencialmente en ningún lugar, al mismo tiempo no lo dejan de estar. Y cierto también es que a uno no le agrada que le digan lo que ha de hacer. Menos aún, a los españoles, que nos lo diga otro español, aunque lo haga desde la distancia belga que permite formar parte de la Comisión. Pero, generalmente, desde fuera las cosas siempre se ven mucho mejor.