Pasar a la otra vida de forma ecológica
Con el auge de las cremaciones, las empresas funerarias han desarrollado urnas biodegradables que respetan la naturaleza
MADRID. Actualizado: GuardarHace unas semanas una limpieza del fondo marino reveló un hallazgo macabro: urnas funerarias de decenas de personas reposaban en el fondo del mar. Los buzos, por respeto a las familias, no movieron los receptáculos, ya que «ya eran parte del mar», aseguró Óscar Noguera, uno de los operarios que participó en la jornada de limpieza en la playa de la Malvarrosa, en Valencia. Pero este no es un hecho aislado. Muchos más puntos de las costas españolas, incluso en zonas del interior, se han hecho descubrimientos parecidos. El Ayuntamiento de Almonte, en Huelva, tuvo que reglamentar esta práctica tras encontrar urnas, flores y adornos funerarios en las marismas de El Rocío cuando bajaba la marea. En la otra punta de España, el Ayuntamiento de Uxue, en la provincia de Navarra, se vio obligado a pedir que no se esparcieran cenizas junto a la Cruz del Saludo, un monumento cercano a su ermita.
En Europa, la cremación forma parte de las costumbres funerarias desde hace siglos. En España, sin embargo, esta práctica no fue aprobada por la Iglesia hasta 1964, durante el pontificado de Pablo VI. A pesar de su aceptación el primer crematorio se instaló siete años después, en 1973, en el madrileño cementerio de La Almudena. Al año siguiente el Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria recogía la incineración como práctica legal, que con la llegada de la democracia y la Constitución cedió sus competencias a las comunidades autónomas.
En la actualidad, la legislación al respecto es algo ambigua: en España no hay una ley que obligue a depositar en los cementerios las cenizas de los cadáveres, y las administraciones son las que pueden regular este tipo de 'enterramientos'. En cuanto a arrojar las cenizas al mar, la única normativa que dice algo al respecto es el Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación de Buques o Convenio Marpol, por el que se regula «el vertido de sustancias contaminantes para el mar», entre ellas, las cenizas de cualquier tipo. Esta ley estipula que las cenizas solo se pueden lanzar a partir de tres millas náuticas de la costa (unos 5 kilómetros) y por una empresa cuya práctica esté aprobada por el Ministerio de Fomento. En ningún caso, la ley admite que las urnas metálicas que contienen los restos se arrojen al mar, así como tampoco las coronas, solo permiten que las cenizas sean acompañadas por pétalos o flores sin tallo.
Las cenizas humanas no son contaminantes en sí, ya que las altas temperaturas eliminan cualquier resto de sustancia química que pueda dañar la naturaleza. De hecho, muchos de sus defensores opinan que el enterramiento común conlleva mucha más contaminación por los productos químicos que puede contener el cuerpo de la víctima, como tratamientos de quimioterapia, radioterapia o la laca con la que se trata el exterior de los ataúdes.
En los últimos años, y ante el auge de este tipo de prácticas funerarias, algunas empresas españolas ya están comercializando urnas biodegradables que respetan el medio ambiente. Para los funerales en alta mar, se han creado urnas compuestas de sal o arena de mar, que se disuelven al poco tiempo por el efecto de las corrientes, dejando reposar el contenido en el fondo marino. Si la elección es una zona verde, los receptáculos, hechos de minerales o fibras vegetales, contienen una semilla o un pequeño árbol en la tapa de cierre que hará que se perpetúe la memoria del ser querido a través de la planta.
«Reencuentro»
Otra de las alternativas que está ganado adeptos es la creación de diamantes a partir de las cenizas humanas. La empresa suiza Algordanza, con presencia en España, extrae de las restos humanos el carbono presente en sus elementos, para, después de un complejo proceso científico, crear la base para «cultivar» un diamante. El tamaño de las piezas, que debido a su composición toman un color azulado, dependen de la cantidad de cenizas que se obtenga de la cremación.
La presidenta de Algordanza Ibérica, Yasmín De La Vega, cataloga como «un reencuentro» el servicio que su empresa presta, y apunta que, según algunos estudios, «nuestro servicio es aún más económico que el coste medio de un funeral, lo que lo hace más asequible y una inversión para toda la vida».