LUJOS
Actualizado: GuardarA pesar de los efectos de la «innombrable» hay un sector que se encuentra en auge. Todo lo que tiene que ver con el lujo y la opulencia está en otra esfera, como si hubiesen sido bendecidos por la recientemente descubierta partícula de Dios.
Lugares como la Plaza de al Vendome de París o la Quinta Avenida de Nueva York siguen siendo lugares de peregrinación para los que ni se han enterado.
El sector de la joyería y relojería de lujo es el que mayor crecimiento ha tenido en 2012. ¡Siéntense! ¡Ni más ni menos que un 141%!
Marcas como Bulgari, Chopard o Rolex, siguen cotizando al alza.
Si deseas un coche, deportivo o no, pero de lujo, como un Ferrari o un Rolls Royce, tendrás que ponerte en lista de espera, tardarás al menos dos años en poder disfrutarlo. Para poder deleitarte con una comida, al alcance de pocos, en el Noma, el Mugaritz o en el Celler de Can Roca, tendrás que recurrir a tus influencias para poder hacer una reserva en condiciones. El jamón Joselito o el caviar Beluga no están de oferta. Hasta por el precio de una simple botella de agua de Marca de Lujo puede almorzar una familia de cuatro miembros, y de los tragones.
Si quieres hospedarte en la suite Churchill del Hotel Mamounia de Marrakech tendrás que enviar tu currículo, con el riesgo de que no te acepten por no ser de la jet.
Yo propongo otros lujos que están a nuestro alcance, que no tienen precio, que valen mucho y que incluso son más saludables.
Una puesta de sol color púrpura, entre dos castillos, con un horizonte perfilado, con un rayo verde, y con un balneario a la espalda.
Un amanecer de verano con suave brisa de poniente, en la única alameda al lado de una bahía en calma.
Un paseo un día de temporal por el malecón del vendaval, con la espuma del mar irrumpiendo en la cara.
Una caminata mañanera entre dos puentes, uno de ellos inacabado, con barquillas remolonas que retozan antes del desayuno.
Un perderse entre callejuelas que conocieron tartesos, fenicios, romanos, árabes y castellanos, y que disfrutan con deleite los foráneos más que los de aquí.
Un aperitivo sencillo frente a la única catedral de dos colores, nexo de unión entre continentes y testigo de excepción de ida y vuelta.
Un cante espontáneo, de flamenco o carnaval, sin grandes aspiraciones, con sentimientos y querencias y repleto de sinceras emociones.
La buena vida es cara. Existen otras más baratas o incluso gratis, y pueden ser igual de buenas, sólo dependen de nuestras aspiraciones.