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El régimen sirio se descompone

Los rebeldes toman tres puestos fronterizos y buscan en Damasco el fin de El-Asad

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Millones de ciudadanos de Damasco viven una situación por la que ya pasaron los de ciudades como Homs, Hama, Deraa, Idlib o Deir al-Zor, pero con la gran diferencia de que todos saben que la gran partida por el triunfo de la guerra se libra en las calles de la capital. Cuando Damasco ha rugido, el resto del país ha pasado a un segundo plano, hasta la liberación de tres puestos fronterizos (dos con Turquía y uno con Irak). Y la violencia no parará en las próximas 48 horas, ése es el ultimátum que dieron ayer las fuerzas de seguridad, que en este plazo emplearán todos los medios a su alcance para acabar con la presencia de opositores armados en la capital. El objetivo es conseguir sofocar la resistencia antes del inicio de la festividad del Ramadán y este anuncio provocó la huida de los civiles de las zonas en conflicto.

Es el resultado de 17 meses de violencia y un atentado como el del miércoles, que acabó de un golpe con la cúpula de seguridad del presidente sirio: el cuñado de Bashar el-Asad y número dos del régimen, comandante Assef Shaukat; el ministro de Defensa, general Abdela Rajha, y el general Hassan Turkmani, ex ministro de Defensa y antiguo jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. El círculo se estrecha sobre El-Asad y la oposición ha demostrado la capacidad de golpear en lo que parecía inalcanzable, su círculo más íntimo de colaboradores, lo que ha puesto de manifiesto su vulnerabilidad.

Mientras la capital se militariza y el Ejército despliega blindados y helicópteros de combate en los focos opositores -causando «decenas de bajas entre la población civil» y «arrasando barrios enteros», según los opositores-, a miles de kilómetros el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas volvía a escenificar la falta de consenso de sus miembros. Rusia y China vetaron por tercera vez una resolución que pedía el aumento de la presión. Una decisión que subraya el fracaso de la diplomacia internacional y la falta de respeto hacia la figura de Kofi Annan, enviado de la Liga Árabe y de la ONU, que se ha movido con mucha más lentitud que las calles. Mientras que Damasco alababa el plan de paz, sus tanques seguían disparando. Y lo mismo hacían países como Catar y Arabia Saudí, que exigían respeto al plan de seis puntos a la vez que armaban a los opositores.

¿Qué importa realmente la decisión de la ONU cuando la oposición armada ha logrado eliminar a la cúpula de la seguridad siria? En las 24 horas posteriores al atentado que costó la vida a sus altos cargos, Bashar el-Asad solo compareció ante los medios en las imágenes del acto de jura de su cargo del nuevo ministro de Defensa, general Fahd al-Jassem al-Freij. Muy poca presencia para un momento tan importante.

Algunos medios hablaban de que el presidente también había resultado herido en el ataque, otros de que había huido a su Latakia natal, al norte del país, y también hubo quien apuntó que su familia se encontraría a salvo en Moscú. Rumores y más rumores en medio de una batalla que se libra en medio de una opacidad informativa casi total a la que se sumó el corte de Internet y de los teléfonos en varias zonas de la capital durante la tarde.

El Ramadán, mes sagrado en el que los musulmanes tendrán que ayunar durante 17 horas y realizar cinco plegarias diarias, comienza hoy oficialmente y «queremos que todo el trabajo esté terminado antes del final de la fiesta», confesaban activistas de la oposición que cada vez ven más próximo el fin de la guerra, pero que alertan de que los partidarios de El-Asad «morirán matando todo lo que puedan, estas últimas 48 horas han sido una carnicería en la capital, pero el ritmo de deserciones es imposible de resistir para ellos». Ni el apoyo de Rusia, China e Irán, ni los constantes mensajes de respaldo del líder de Hezbolá, Hasán Nasralá, pueden frenar de momento el avance opositor que, como en Libia el año pasado, ha encontrado en el Ramadán la fecha para la gran ofensiva.