Testigos de la masacre de Tremseh muestran a observadores de la ONU restos de proyectiles lanzados por el Ejército. :: REUTERS
MUNDO

Siria se sume en una guerra civil

Vecinos de Tremseh apuntan a la colaboración de grupos alauitas en la matanza y niegan haber dado cobijo a grupos armados

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En la cabeza de Mohamed, un superviviente de la masacre de Tremseh, todavía retumba el ruido de las explosiones y le persigue el olor a pólvora quemada. Fueron casi ocho horas de continuo bombardeo. Un castigo lanzado por el Ejército sirio contra una pequeña localidad agrícola de apenas 6.000 habitantes que, hasta la madrugada del pasado miércoles, había escapado del horror que ha instalado el régimen de Bashar el-Asad. La verdadera pesadilla, sin embargo, llegó después. «Shabihas (matones) y militares entraron a la ciudad y dispararon desde lo alto de los edificios contra todo lo que se movía. Mataron a muchos civiles de tiros en la cabeza. Quemaron las tiendas y casas con familias enteras dentro», recuerda.

Sin un ápice de resentimiento, ni atisbo de humanidad, los «criminales» arrebataron incluso la posibilidad a las familias de algunos fallecidos de darles sepultura. «Se llevaron varios cadáveres, mientras otras personas eran esposadas y ejecutadas sumariamente», añade otro vecino, identificado como Khaled, en una entrevista concedida a 'The Guardian'. No había lugar para la duda. «Los que intentaban huir por los campos cercanos eran asesinados a tiros mientras corrían». Era la venganza del régimen por albergar presuntamente a grupos de la oposición. «Juro que no tenemos aquí a ningún terrorista, salafistas, o cualquier persona procedente del exterior», se defienden los habitantes de Tremseh.

Los observadores de la ONU solo han podido ver parte de los restos de una matanza que confirma la existencia de una «guerra civil» en Siria. Así lo calificó ayer el Comité Internacional de la Cruz Roja, que mantiene sus operaciones humanitarias en el terreno. La amplitud y la gravedad de la situación no arroja lugar a otra denominación ante una espiral de violencia que ya ha costado al menos 17.000 vidas desde que estallaron las protestas contra el Gobierno a mediados de marzo de 2011.

Mayoría suní

Los propios vecinos de Tremseh apuntan a la vinculación de las poblaciones alauitas aledañas -fieles a El-Asad- en la matanza, lo que que sin duda agitaría el fantasma de una guerra sectaria. De hecho, algunos vecinos de la localidad, situada al noroeste de la provincia de Hama, aseguran haber visto llegar de esas zonas a varios matones del régimen. «No tuvimos ningún problema con los alauitas durante mucho tiempo, pero ahora les tememos. No queremos ir cerca de sus pueblos», confiesa Khaled, perteneciente a la mayoría suní que protagoniza las revueltas en el país.

Las autoridades de Damasco, por su parte, se mantienen fieles a su guión inicial. Como ocurrió con la masacre de Hula, el régimen volvió a negar que lo ocurrido en Tremseh se trate de una matanza. «No fue un ataque del Ejército contra civiles, sino combates entre los militares y grupos armados», explicó el portavoz del Ministerio de Exteriores, Jihad Makdesi. «Grupos terroristas atacaron la aldea, instalaron sedes de mando y aterrorizaron y torturaron a los habitantes», añadió. Para reforzar la tesis del Gobierno, la agencia oficial Sana difundió las confesiones de dos supuestos «terroristas» que habrían reconocido su participación en los «asesinatos».

Mientras la violencia continúa extendiéndose en Siria -ayer murieron otras 46 personas a causa de bombardeos en Homs y tras la irrupción de tanques en el barrio de Al-Tadamun, en Damasco-, a Kofi Annan parece que se le agota la paciencia. El enviado especial de Naciones Unidas y la Liga Árabe envió sendas cartas a El-Asad y al Consejo de Seguridad de la ONU para denunciar la nueva violación de su plan de paz y el uso «de artillería, de tanques y helicópteros» en Tremseh, tal y como confirmaron los observadores que el sábado accedieron al lugar de la matanza.

Lejos de aceptar su responsabilidad, el régimen contestó al mensaje de Kofi Annan en tono airado. «Lo menos que podemos decir sobre esta carta es que no se ajusta a los hechos. Por usar un lenguaje lo más diplomáticamente posible, lo que decimos es que esta misiva es muy precipitada». La lluvia de condenas internacionales, entretanto, continúa arreciando sobre Damasco, pero sigue siendo incapaz de contener a El-Asad.