LA METAMORFOSIS DE RAJOY
Actualizado: GuardarE l espejo devuelve una imagen de Mariano Rajoy muy similar a la que tenía cuando llegó a la Moncloa el 21 de diciembre del 2011. Tal vez más enjunto y peinando el doble de canas, al menos en la barba, pero sin cambios radicales.
Más trabajo cuesta reconocerle en alguna de sus últimas decisiones. El líder del PP se ha reinventado en lo político acuciado, sin duda, por la amenaza real -y aún no disipada- de una intervención en toda regla de nuestra economía por parte de la Unión Europea.
«Para qué voy a negarlo si todo el mundo lo sabe», admitió el presidente en su trascendental discurso del pasado miércoles en el Congreso en el que culminó una verdadera enmienda a la totalidad a su programa de Gobierno. Se refirió, en concreto, a la subida del IVA. Una medida que el PP denostó cuando la puso en práctica el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero y que ahora abraza con la convicción del converso. «Rajoy se ha resistido como gato panza arriba a subir el IVA, pero era la única manera de que el BCE abriera el grifo para lograr que la prima de riesgo baje», argumenta un alto cargo del Gobierno. La subida de impuestos (el IVA, a partir del 1 de septiembre, y el IRPF, desde el pasado diciembre) no han sido el único incumplimiento. De hecho, a Mariano Rajoy ya no le queda ninguna línea roja que cruzar. Prometió meter la tijera en todos los departamentos ministeriales menos en Sanidad, Educación y prestaciones sociales.Y después del copago farmacéutico y del aumento de tasas y la minoración de becas, el miércoles pisó el terreno del desempleo. Los nuevos parados verán reducida su prestación un 10% a partir del sexto mes. Podía haber sido peor. La patronal española y Bruselas querían reducir los meses de prestación, que, sin embargo, el Gobierno mantiene en 24.
Alertó, asimismo, de que trasladaría al Pacto de Toledo una propuesta para acelerar la norma que obligará a posponer más la edad de jubilación.
«Yo soy el primero en estar haciendo lo que no le gusta», se lamentó durante su intervención en el Parlamento. ¿Y por qué lo hace entonces? La respuesta está en que las recomendaciones de la Comisión Europea para conceder a España el aplazamiento de un año (hasta el 2014) para lograr el objetivo de reducir el déficit público por debajo del 3% eran, en realidad, imposiciones.
Y eso ha obligado a que el mismo Rajoy que prometía en noviembre que bajo su mando España «no recibiría órdenes» ni de Bruselas ni de nadie, advierta ahora de que «los españoles hemos llegado a un punto en que no podemos elegir entre quedarnos como estamos o hacer sacrificios; no tenemos esa libertad».
Desde el PP se acentúa que si José Luis Rodríguez Zapatero no hubiera dejado cinco millones de desempleados ni con casi un 9% de déficit público, la reacción ante las exigencias de la UE hubiera sido muy diferente.
La realidad es que, en estos momentos, España necesita que le presten dinero para pagar las nóminas de los empleados o la prestación por desempleo. Lo dijo el presidente y lo refrendan las pruebas: para sacar adelante el nuevo mecanismo de financiación de las comunidades autónomas, el Gobierno ha tenido que hipotecar Loterías del Estado, una de las pocas empresas públicas boyantes.
La metamorfosis de Rajoy lleva varios meses forjándose, pero quedó en evidencia tras su intervención en el Congreso. Los portavoces de los grupos de la oposición y los analistas políticos compararon al presidente, tras anunciar el nuevo ajuste de 65.000 millones de euros, con un variopinto ramillete de personajes. Durante la parte final de su alocución apeló en numerosas ocasiones al patriotismo. «O demostramos, de verdad, que somos una nación dispuesta a sacrificarse para conquistar un futuro mejor, o no merecerá la pena el esfuerzo», enfatizó. Unos argumentos en los que algunos vieron influencias del histórico discurso que pronunció el mismísimo Wiston Churchill en el que prometió a los británicos que solo conseguirían la victoria con «sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». Claro que el ex primer ministro británico hablaba de la II Guerra Mundial y Rajoy, de una batalla contra la segunda recesión en cuestión de meses. Una coyuntura que, según Soraya Sáenz de Santamaría, sitúa a España ante uno de los momentos «más dramáticos» de su historia.
Ortega y Gasset
El líder del PP, sin embargo, demostró que prefiere más el pensamiento de José Ortega y Gasset, a quien parafraseó un día después de su drástico anuncio. «Solo cabe progresar cuando se piensa en grande y solo es posible avanzar cuando se mira lejos», declamó.
Alfredo Pérez Rubalcaba le pidió que copiase al primer ministro italiano, Mario Monti, al que nadie había escuchado «quejarse de la herencia que la había dejado Silvio Berlusconi». Lo cierto es que Monti sí se ha convertido en el socio inesperado de Rajoy -su relación inicial estuvo plagada de desconfianzas mutuas- en Bruselas. Juntos sumaron las fuerzas necesarias para hacer frente a Angela Merkal en el último Consejo Europeo.
Claro que ninguno de los dos quiso sacar pecho tras lograr el acuerdo para que los bancos pudieran capitalizarse sin la necesidad de que los estados avalasen los préstamo, pese a que la prensa internacional les concedió la etiqueta de vencedores en la reunión del 30 de junio.
Merkel, imperturbable, guardó silencio entonces y, una vez más, ha demostrado su fuerza: aseguró que habría exigencias y tanto Monti como Rajoy concretaron esta semana sendos ajustes multimillonarios.
Más incómodo para los populares ha sido la similitud entre el Rajoy del 11 de julio de 2012 con el José Luis Rodríguez Zapatero del 12 de mayo de 2010. Aquel día, el Gobierno socialista congeló las pensiones y bajó un 5% el sueldo a los funcionarios, también bajo la amenaza de Bruselas. Zapatero negó entonces que hubiera improvisado estas medidas, que atentaban contra la filosofía socialista. Alegó que las «circunstancias habían cambiado». Rajoy, en un tono casi idéntico, apostilló el miércoles: «Dije que bajaría los impuestos y los estoy subiendo; no he cambiado de criterio, pero han cambiado las circunstancias y tengo que adaptarme a ellas».
El máximo dirigente popular avanzó que intentará recuperar su esencia en 2015, año en el que espera que despegue nuestra economía y crezca el empleo. Un año para volver a ser el Rajoy previsible que prometió ser siempre. Un año, por cierto, de elecciones generales.