Veredicto histórico y ejemplar
La condena de Thomas Lubanga es una buena oportunidad para comprometernos, unidos por encima de fronteras, ideologías y creencias, a que sea el principio del fin de la impunidad
PRESIDENTA DE UNICEF ESPAÑA Actualizado: GuardarLa Corte Penal Internacional (CPI) dictó ayer una sentencia histórica: Thomas Lubanga tendrá que cumplir 14 años de prisión por crímenes de guerra, específicamente por el uso de menores como soldados en la República Democrática de Congo. El veredicto ha contado con la unanimidad de los tres jueces de la CPI, y señala que Lubanga era consciente del delito de reclutamiento de niños y adolescentes.
El juicio comenzó en enero de 2009, siendo el primero de la CPI referido a la utilización de niños en conflictos armados, lo cual ya significó un paso adelante en la lucha por desterrar definitivamente el uso de niños soldado. Era la primera vez que representantes de las víctimas participaban de manera directa en el juicio. De los 34 testigos que los fiscales llamaron a declarar, nueve fueron niños ex combatientes en las filas de Lubanga, un ejército compuesto -se hace imposible de creer- en un 30% por menores de 15 años.
Los representantes legales de las más de 90 víctimas y sus familias relataron hechos escalofriantes y señalaron la responsabilidad internacional ante la enorme importancia de que se hiciera justicia preservando el derecho a contar la verdad. Thomas Lubanga exigía a cada familia de la etnia hema en la región de Ituri al sureste del país, que aportara un hijo para su milicia, sin poner más condición que «fuese capaz de transportar un arma». Niños y adolescentes fueron forzados a alistarse según este único requisito. Según relató el fiscal Luis Moreno Ocampo, menores de 15 años fueron obligados a matar, violar y ser violados y las niñas soldado fueron además esclavas sexuales de los comandantes.
Uno de los niños excombatientes que declaró en el proceso explicó como se les obligaba a dormir a la intemperie para proteger a los soldados adultos y describió de forma reiterada como eran golpeados hasta morir, y como las niñas, que cumplían las mismas órdenes que recibían los niños, eran violadas al llegar a los campos de entrenamiento y se les obligaba a estar con los soldados adultos. Relató también como muchos de ellos vieron morir asesinados a los que intentaron escapar. «Hemos sufrido demasiado», terminó.
Es difícil incluso escribir sobre ello, y no es necesario enumerar con detalle las secuelas que ese pasado ha dejado en los cuerpos, las mentes y los corazones de esos niños. Ningún documento de los que se han presentado en el juicio podrá explicar el desconcierto y la angustia que sintieron al ser arrancados de sus familias, ni el terror que les atenazó durante cada uno de los días, eternos, que vivieron en el frente. Después.el silbido de las balas que continúan resonando en sus oídos y que les hace revivir los abusos que sufrieron. El pasado 14 de marzo, la Corte de La Haya declaró culpable al exlíder rebelde congolés Thomas Lubanga, de reclutar entre 2002 y 2003 a niños en la República Democrática de Congo para incorporarlos como soldados a su Ejército de Liberación.
La decisión fue tomada por unanimidad, considerando probado que el acusado era consciente del delito. Ayer, el alto tribunal dictó una sentencia en los mismos términos y también por unanimidad. Es un hecho histórico que nos obliga a recordar que la impunidad es una de las principales causas que provocan violaciones de derechos humanos, que algunos suponen inimaginables en nuestros días.
Existen instrumentos legales en materia de derechos humanos, derecho humanitario, derecho laboral y derecho penal que prohíben la utilización de niños para la lucha armada, y hay miles de personas comprometidas alrededor del mundo, que con enorme esfuerzo y no menos sufrimiento, han trabajado y trabajan para que las normas, nacionales e internacionales, se inspiren realmente en la Convención sobre los Derechos del Niño. Y se cumplan.
Pero, como sucede en muchos campos, existe un abismo entre estas normas y su aplicación. Por eso, las organizaciones humanitarias, además de informar sobre los hechos contrastados que suceden todos los días, debemos recordar que el uso de niños como soldados es un crimen de guerra, y debemos exigir a la comunidad internacional, incluidos aquellos que dan apoyo a cada una de las partes en conflicto, que condenen esta práctica de forma unánime, como ha hecho la Corte Penal Internacional, y que utilicen su influencia para que se acabe para siempre.
Hay entre 250.000 y 300.000 niños, algunos de ellos que no han cumplido los nueve años, que son obligados a participar activamente como soldados en al menos 15 conflictos armados en el mundo, un tercio de ellos en África.
El país con el mayor número de niños soldado es la República Democrática del Congo, a pesar de que UNICEF junto con otras organizaciones especializadas han logrado con su trabajo programado de desmovilización, reinserción, recuperación psicológica, educación y capacitación técnica, liberar desde 2005 a más de 35.000 niños con los que se trabaja para la reinserción en sus familias y en sus comunidades, ayudándoles, en lo posible, a recuperar su infancia.
Esta sentencia es una buena oportunidad para comprometernos, unidos por encima de fronteras, ideologías y creencias a que sea el principio del fin de la impunidad.