Un grupo de bomberos trabaja para crear un cortafuegos y evitar el avance de un incendio. :: R. C.
Sociedad

El monte se salva en invierno

Los ecologistas critican la falta de prevención en la lucha contra el fuegoTras los incendios de Valencia, reprochan el abandono del mundo rural durante décadas y la disparidad de las leyes

MADRID. Actualizado: Guardar
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Más de 50.000 hectáreas quemadas. Miles de evacuados. Pueblos desiertos. Y lo más grave: un fallecido en las labores de extinción. Los pavorosos incendios que asolaron Valencia durante la pasada semana son el último ejemplo del peligro que amenaza a los montes y bosques españoles. Ante una catástrofe de tales dimensiones las preguntas se agolpan: ¿Qué ha fallado? ¿Qué hay que corregir? Desde los grupos ecologistas señalan como principal problema la escasa política de prevención amparada en una legislación muy dispar. Sin embargo, asociaciones de guardias forestales e incluso vecinos de las localidades afectadas han culpado a la cantidad de matorrales y rastrojos secos sin limpiar en los montes como principal causa.

«Los montes se salvan en invierno». Esta afirmación esconde la necesidad de vigilar y gestionar la masa forestal durante todo el año. «Es necesario elaborar una planificación forestal. Se ha priorizado la extinción sobre la prevención. Incluso los recortes se han centrado más en la segunda parte», explica Teo Oberhuber, coordinador de Ecologistas en Acción. «Hay que cambiar la cultura del fuego en España», señala. Y es que recuerda que se han reducido las brigadas permanentes que trabajan durante todo el año en el mantenimiento de las áreas forestales. «Hay que gestionar los montes durante todo el año», asegura Oberhuber. Además, critica la disparidad legislativa en este sentido. Señala que no por reducir la masa forestal cerca de las localidades se va a evitar el fuego.

Pese a todo, es imposible evitar todos los incendios. De hecho, en un año se producen miles de ellos. Hasta mayo de 2012 se registraron 8.000 fuegos con un área afectada de 49.000 hectáreas, según datos del Ministerio de Medio Ambiente. Es la misma cantidad devorada por el gigantesco incendio originado en Cortes de Pallás y Andilla en menos de una semana. «Estamos ante incendios de nueva generación», confiesa Miguel Ángel Soto, de Greenpeace. Estos fuegos enormes se producen por un cóctel de circunstancias. Por un lado, el abandono del mundo rural durante las últimas décadas. El descenso de la ganadería y la tierra cultivada impide mantener limpio el monte. Otro factor importante es el cambio climático, que, según Soto, ha provocado un aumento de 1,3 grados en los últimos 30 años en España. Y por último, la tercera pata es la mayor interacción de lo urbano en el mundo rural. Es decir, la proliferación de actividades en el campo que multiplica exponencialmente los peligros.

En lo que todos están de acuerdo es en el punto de inflexión que supuso el incendio de Guadalajara de 2005 en el que murieron once voluntarios. Este incendio se originó por culpa de una barbacoa. A partir del dramático suceso, las legislaciones de las distintas comunidades autónomas -quienes tienen las competencias en la materia- elevaron las restricciones para este tipo de prácticas en temporada estival.

Sin embargo, los grupos ecologistas denuncian la disparidad de normativas de las diferentes regiones que complica la prevención de los incendios. «Unas comunidades permiten la quema de los rastrojos y otros no. Algunas obligan a reducir en verano la cantidad de combustible que circula por aquellas zonas», explica Oberhuber. Además, los ecologistas también critican la urbanización de esas zonas arbóreas, donde la responsabilidad recae en los municipios. Son los ayuntamientos los encargados de legislar sobre las medidas de prevención en estas urbanizaciones, tales como la obligación de tener bocas de riego o separar las construcciones los metros suficientes de la vegetación natural.

Reproches

Sin embargo, desde algunos sectores señalan a los grupos ecologistas como responsables indirectos de los incendios por evitar la 'limpieza' de los montes. «Nos acusan de no dejar mover ni una rama, algo totalmente falso», asegura Soto. Niega que sean contrarios a las labores de limpieza en las zonas naturales. «Se usa a los ecologistas como cabezas de turco», explica. «Se puede cortar madera, hacer cortafuegos... Eso sí, siempre que sea de manera sostenible», añade.

Por desgracia, este verano se prevé muy complicado. Las altas temperaturas y la sequía no invitan al optimismo. Está en juego proteger un ecosistema que tarda en crecer y formarse décadas, pero que solo necesita unas horas para ser destruido y arrasado.