Tribuna

Los tres debates del euro

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Las sucesivas cumbres europeas en los últimos años han dado pasos importantes para arreglar la moneda común. El último ha sido acordar que la supervisión bancaria será un asunto europeo, algo imprescindible para que funcione el euro. Pero la reparación aún no ha terminado. Para entender el escenario de la batalla hay que tener en cuenta tres debates que tienen lugar de modo simultáneo y con interferencias mutuas.

El primero es el de las reformas económicas. La moneda única se puso en marcha con un diseño no solo incompleto sino inadecuado. De lo que se trata ahora es de repararlo, pero hay que hacerlo con el avión en marcha, sin aterrizar para volver a pensar con calma los planos originales. Esto exige dar pasos muy importantes y precisos en la transferencia de soberanía a Bruselas. El siguiente es la unión fiscal, de modo que por ejemplo existan mecanismos a escala europea para asegurar la liquidez de gobiernos y de bancos. Pero las reformas europeas no son suficientes y requieren un gran esfuerzo simultáneo desde las capitales nacionales, en especial en los países con una triple crisis de deuda, de sistema financiero y de crecimiento, básicamente para volver a cuadrar las cuentas, ser competitivos y crecer. De ahí los rescates, las obligaciones y las condiciones impuestas desde Bruselas.

El segundo debate complica mucho los términos del primero. Es el del tiempo o la urgencia con la que hay que hacer las cosas. Quedan unos meses para poder afianzar la moneda común, pero no hay mucho más margen. Alemania, el país que hasta ahora lleva la batuta en los debates sobre reformas, exige reformas nacionales profundas antes de dar su visto bueno a las europeas. Prefiere que caminemos todos al pie del precipicio, porque no se fía de la voluntad reformadora de los países del sur. Recela con razón de la idea de transferir poder y rentas de una magnitud enorme a Bruselas. Merkel también retrasa las soluciones europeas por sus elecciones de 2013. No hay nada tan popular en su país como una postura dura hacia los despilfarradores del sur.

El tercer debate es el más complicado y modifica profundamente los otros dos mencionados. Es la discusión sobre la confianza en el euro y en la UE, un debate entre ciudadanos, empresarios, inversores, etc. Muchas veces no se guía por factores racionales sino por sentimientos, entre los que tiene un efecto muy dañino el miedo. En este momento, la sensación extendida es que el euro todavía no tiene un futuro claro. Esta impresión lleva a la fuga de capitales, al retraimiento del consumo y al retraso de las inversiones. La falta de confianza en el euro puede acortar los plazos de los que se dispone para actuar a favor de la moneda común. También puede llevar al rechazo por vías democráticas de las reformas logradas, incluso cuando tengamos la sensación de haber salvado el euro.