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Los que soñaban con ser toreros
Rancapino presenta sus memorias sin olvidarse de CamarónContinúan los actos por el aniversario de la muerte del cantaor con una jornada llena de anécdotas y recuerdos por parte de amigos y conocidos
SAN FERNANDO. Actualizado: GuardarCuando Curro Romero veía a Alonso Núñez y a José Monge juntos siempre decía aquello de «ahí vienen los dos consortes». Y es que a pesar de que el primero, más conocido como Rancapino, fuera cinco años mayor que el segundo, Camarón de La Isla, era complicado que no estuvieran juntos.
Son muchas las historias, los recuerdos y anécdotas que guarda Rancapino en su memoria y parte de ella las expone en su libro 'Ronco de andar descalzo'. Un título que él mismo se empeñó en poner ya que era la contestación que daba cuando le preguntaban por su voz, «estoy ronco de andar descalzo». Ayer lo presentó en el Centro de Congresos de San Fernando, dentro de los actos por la conmemoración del 20 aniversario de la muerte de Camarón.
Un título que hace referencia a su peculiar quejío, nutrido por las penalidades que tuvo que pasar en la vida, algo en lo que fue de la mano de Camarón. Por ello tienen un duende especial, algo que no se puede explicar y que se refleja en su voz, a pesar de que en alguna ocasión jugara en su contra. «Tras una actuación un concejal me dijo que cómo me atrevía a venir a cantar afónico, no entendió que era mi voz. Al final ni siquiera me pagó».
Natural, espontáneo y afable, así se muestra el cantaor que no duda en aprovechar cualquier ocasión para contar alguna anécdota de su transitar con Camarón. «Recuerdo una vez que nos esperaban en una caseta de la Feria de Sevilla para cantar. Al llegar vimos un grupo de gitanas muy guapas bailando y cantando. Teníamos que llegar a las once de la noche a la caseta y nos colamos a las cinco de la mañana. Entonces salió un hombre muy grande y le dijo a Camarón que tenía muy poca vergüenza por presentarse allí y que se fuera. Entonces le dije que si mi 'compare' se iba yo también y me respondió: tú no deberías ni de haber venido».
Para comer
Aunque ambos eran reclamados por todos para cantar sus sueños no pasaban por los tablaos, sino por los ruedos. Tanto Rancapino como Camarón soñaban con ser toreros. Incluso fueron a ver al ganadero Carlos Núñez para pedirle una oportunidad y la única excusa que encontró el cantaor fue decir que él se la merecía «porque soy 20 veces Núñez como tú».
Claro que sus destinos estaban lejos de las verónicas y chicuelinas, y unidos de forma irremediable por los fandangos y las alegrías. Aquellos con los que se degustaban los señoritos al escucharle. «Una vez Camarón y yo nos encontramos con un inglés que nos daba mil pesetas por cada cante y no paramos hasta dejarle seco». Porque la única forma que tenían de ganarse la vida era con su voz. «En otra ocasión canté para un señorito hasta las siete de la mañana y no hacía más que pensar que cuándo se acababa para cobrar. Al terminar me dijo pues le veré mañana y yo contesté si es que no me estaba viendo ahora, porque quería algo que llevarme a la boca».
Por esa razón acudían a la Venta de Vargas. El primero en hacerlo fue Rancapino que siempre tenía que escuchar a María Picardo sobre las dos de la madrugada que se llevara a casa a Camarón que le iban a cerrar el negocio. «Ya ves, un niño de diez años cantando en medio de un local que estaba lleno de gente en una hora en la que tenía que estar más que en la cama». Una Venta de Vargas que será testigo mañana del homenaje que se realizará a partir de las diez y media de la noche a Camarón al cumplirse 20 años de su muerte.
La jornada de ayer se cerró con una mesa redonda en la que las anécdotas, las historias e incluso las imágenes continuaron. Ricardo Pachón, Paco Cepero y Enrique Montiel siguieron desgranando lo humano de la leyenda. Y, todo ello, con cantes en diferentes puntos de la ciudad para sacar el flamenco a la calle, para recordar su figura como mejor se puede hacer con una guitarra, un tablao y el temple de una voz que se mece al compás.