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Nuevo México, ¿nuevo PRI?

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Todo indica que Enrique Peña Nieto, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ganará la elección presidencial de mañana y será el nuevo jefe del Estado mexicano en un régimen en el que el presidente es, literalmente, un rey. Pero eso no significará la vuelta fácil del buen viejo orden priista porque la sociedad ha cambiado, no se percibe el sentimiento de liberación que supuso hace doce años el acceso al poder del Partido de Acción Nacional(PAN) frente al PRI, el partido de la Revolución (de 1911) y porque se elige también el Parlamento y hay muchas posibilidades de que el PRI no tenga allí la mayoría.

Peña Nieto es convencionalmente un buen candidato: dinámico, joven, estandarte de una generación intermedia confirmada en los dos sexenios del panismo, alejado formalmente de los viejos tics del arcaico caudillismo providencialista de la figura presidencial. Es verdad que la gran maquinaria del PRI se ha empleado a fondo y tal vez con éxito en una campaña extenuante a favor de su hombre y habrá que contentar a mucha gente en muchos contextos. En ese orden hay en el aire algo de cambio de régimen y de potencial revancha. pero la realidad impondrá de nuevo su ley.

En el campo de la izquierda no oficial -a la que solo el fraude robó la victoria en 1988 en la persona de Cuauhtémoc Cárdenas- se ha insistido con Andrés Manuel López Obrador, quien ya hizo un primer intento en 2006 y a quien no se le dará una tercera oportunidad a sus 59 años. Su mensaje ha sido puesto al día y el candidato, a unos diez-doce puntos de Peña Nieto, ha anunciado, con buen sentido y como parte de un arreglo interno, que si gana nombrará secretario (ministro) de Gobernación, el puesto clave en el Gobierno mexicano, a quien es ahora la estrella ascendente del campo progresista, Marcelo Ebrard, hasta hoy jefe del Gobierno del distrito federal (ciudad de México y su inmenso entorno, con unos veinte millones de habitantes y un tercio del total del PIB).

El previsible fin de la carrera de Obrador si pierde se acompaña de otra constatación: el desastre que será para el PAN salir del Gobierno en un marco de división interna y descalificación que han lastrado la campaña de su candidata, Josefina Vázquez Mota, a la que los sondeos atribuyen alrededor de un 20%-22% de los votos. Al PAN le costó muchísimos años de un esfuerzo paciente y valeroso en un ambiente tan anticlerical y opresivo como el impuesto por la hegemonía del PRI, llegar al poder en 2002. La gestión de Vicente Fox no fue el fracaso que se auguraba y su sucesor, Felipe Calderón, lo deja sin brillo y en el marco de su gesto histórico: declarar la guerra total al narco, un hecho que dominó de principio a fin su gestión, como si no hubiera hecho otra cosa y que es la decisión estratégica con la que habrá de enfrentarse Peña Nieto si, como parece, gana el domingo.