Tribuna

El habla de Cádiz (y aledaños)

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Esta semana me he llevado una alegría, un amigacho ha despertado después de cuatro años en coma (se estampó con la Mobilé contra la valla publicitaria de un partido político, 'Motivos para creer', decía). Lo primero que hizo al despertar fue interesarse por si estaba en el nuevo hospital de Puntales; después, como es muy caletero: «No habrán hecho el muelle ni la cubierta sobre el castillo de San Sebastián...», quiso saber. Después, si habían respetado el gálibo del puente y pasaban bien los barcos pa Matagorda... Como lo tenía más fresco que el resto (se acordaba hasta de los hitos) entendió que había hecho el gilipollas mirando la jodida valla; aún así, antes de perder todos los motivos para creer, «Bueno, por lo menos el Cádiz estará en primera ¿no?», preguntó. Le dijeron que sí, porque no recayera, y parece ser que eso lo animó y dijo, «En fin, ahora con Rajoy las cosas irán mejor».

Imagino que alguien le habrá advertido de que antes de salir del hospital se haya curado hasta las hemorroides... Fui a verlo anteayer, estaba con su cuñado y me lo presentó: «Es mudo, pero muy listo, te lee los labios. Tiene una agencia, la Agencia Mudi... ¿y tú como estás?». «Mira (le dije), con diuréticos, empiezo a tener problemas de liquidez y encima tengo una deuda soberana con el retrete que está empezando a suponerme un lastre importante. Los ciento cuarenta puntos básicos de báscula, que según mi prima es un riesgo insoportable, no soy capaz de bajarlos, al contrario, me sugestiono con cualquier cosa: le eché la culpa al papel de Mercadona, por suave, como es valenciano y las comunidades están flojitas... Pero no me va mejor con el alemán del Lidl, todo lo contrario, es demasiado fuerte y me está dejando el euroculo que no tengo ni fuerza para colocar en el fondo del vater el bono mierda, y no es precisamente porque no se me haya ensanchado el esfínter a medidas de hace quince o veinte años...», «Quillo (me cortó mi amigacho), qué de ediciones nuevas han salido del Habla de Cadi, ¿no?». Caí en la chorrada, aún así no pude evitar decirle «Sí, y Dios quiera que no hayan más» (vocalizando, para que el sieso del Mudi me leyera bien los labios).