¿Un 'problema alemán'?
Actualizado: GuardarLas expresiones de la prensa popular ateniense en los dos últimos días, vísperas del partido de fútbol de ayer entre las selecciones griega y alemana, no son un instrumento aceptable de medición de la irritación pública contra Berlín a costa del rescate financiero de Grecia porque son pura víscera aliñada con algún exabrupto que otro.
Pero otra aproximación más prudente, discreta y profesional -la de la clase política o simplemente cultivada- coexiste con un auge visible de las críticas fundadas, y crecientes, por cierto, con lo que se percibe como un cierto tono impositivo, severo e inapelable del Gobierno alemán y, curiosamente, se atribuye directamente en ciertos medios a la canciller, como si su propia personalidad, nacimiento, formación, carrera y visión del mundo lo explicaran.
El jueves, con toda naturalidad, nada menos que un exministro israelí de Asuntos Exteriores, Shlomo Ben Ami, escribió un artículo en un diario madrileño en el que, tras decir que a Europa «siempre le ha sido difícil aceptar una Alemania arrogante», menciona «el histórico problema alemán» que siente Europa, después de recordar «cuán peligrosa puede ser una Alemania desconcertada». No hay alarma de ninguna clase y el tono es sencillo y descriptivo pero es obvio que hay elementos de sobra en el ambiente como para explicar esas consideraciones.
Y hay algo más y mucho más raro todavía: la completa indiferencia alemana hacia las peticiones, explícitas, reiteradas, urgentes, de Washington. Los veteranos de la información internacional lo sabemos bien: Berlín no solo pone firmes a sus socios europeos en las instancias de la UE sino que desoye necesidades políticas y, en realidad, estratégicas, de los Estados Unidos. Washington apoyó sin reservas la reunificación alemana, tras proteger militarmente durante largos años a su parte occidental, garantizar la libertad de Berlín, rodeado por suelo comunista y la OTAN fue el escudo aliado de la RFA. Los europeos, y singularmente los franceses, eran mucho menos entusiastas (el rescoldo gaullista estaba ahí para explicarlo vía Mitterrand), pero se acomodaron también y sin reservas mentales.
Poca gente recuerda que todavía hay armas nucleares tácticas en Alemania, un socio de primer nivel que explica cierta prelación con Berlín a día de hoy, como se vio en la reciente cumbre del G-20 en México (¡esa hora y media de aparte Obama-Merkel!). Pero ahí acaba la comprensión: el aliado de excepción, el viejo protegido rehúsa hoy hacer algo que Washington implora. y Ángela Merkel rechaza en nombre de la austeridad, convertida literalmente en sinónimo de la virtud. No es seguro que este planteamiento pueda ser mantenido indefinidamente y Berlín podría correr ciertos riesgos de rebelión a bordo si insiste en ignorar los llamamientos a la conciliación, el arreglo y. la política.