El espectáculo de la justicia
Que el que viene sea hombre promocionado y aupado por el PP de Camps provoca indignación y ninguna risa
Actualizado: GuardarSi hemos de tomar en consideración las palabras de Carlos Dívar, hoy dejará de ser presidente del Supremo y del Consejo General del Poder Judicial. Está por ver cómo y si vende cara su salida y fuerza una votación para saber qué compañeros están en contra de él o simplemente dimite. Más allá de insinuaciones personales, religiosas y de otra índole que me avergüenza explicitar, Dívar se dispone a hacer efectiva «una decisión contundente». Dimitir y salir por la puerta de atrás. Es un juguete roto que ha servido bien a la política tras hacer de su vida un continuo acto solemne propio de un drama del siglo de oro. Siempre se escondió en el relato oscuro, en las palabras grandilocuentes que nunca decían nada. Se va sin que sepamos la razón por la cual alguien con tan poco fuste ha sido capaz de escalar puestos y llegar a lo más alto de la Justicia en España. Ahora que se va nos enteramos: le vino bien al PSOE, que lo propuso; le vino bien al PP, que lo apoyó. Mejor un juez sin relevancia, sin una operación importante en 20 años en la Audiencia Nacional, que alguien con fuerza y prestigio. Pido permiso al fiscal Castresana y le robo una pregunta que yo no puedo formular mejor: «¿Por qué pondrían nuestros gobernantes a velar por la independencia de los jueces al más conformista de todos ellos?». La respuesta asusta: porque los que mandan no quieren un Poder Judicial independiente.
Asusta saber que en el CGPJ aún no se sientan los más capaces, y me refiero a una capacidad acreditada que asegure lo fundamental de ese Consejo: la independencia judicial. Lejos de ser así, el mundo de los jueces que forman parte del Consejo está lleno de disparates y actos desproporcionados. La Justicia tiene la obligación de ser eso, justa e independiente, y tiene la perentoria necesidad de respetar las formas. Un poco de estética. Ocurre que Dívar seguía siendo presidente del Poder Judicial y ya estaba en los papeles un magistrado anunciando que será su sustituto. Sale ahora el vicepresidente del CGPJ Fernando de Rosa y se planta ante los periodistas anunciando a bombo y platillo que cuando sea lo que sueña, o sea presidente, «buscará la unidad de la carrera judicial». Puede que sus compañeros se lo crean, que lo dudo, yo no. Que el que viene sea hombre declarado, promocionado y aupado por el PP de Francisco Camps provoca indignación y ninguna risa. Su currículo le inhabilita para decir que va a recuperar la credibilidad de los jueces. No, señor De Rosa, no. Usted, que estuvo de consejero de Justicia a las órdenes del Camps del 'Gürtel', no. Pero no es la impaciencia de Fernando de Rosa lo que sorprende, en realidad es el silencio de sus compañeros en este trance, 'El silencio de los corderos'. Carlos Cano lo cantó así en una murga: «El mecanismo tira p'alante de la manera más bonita y popular».