El líder de los socialdemócratas griegos, Evangelos Venizelos, en una rueda de prensa ayer. :: SIMELA PANTZARTZI / EFE
MUNDO

Grecia ultima un gobierno de combate

Con la mayoría del voto en partidos contrarios a los pactos con la UE, Samarás intenta ampliar el respaldo al nuevo Ejecutivo

ROMA. Actualizado: Guardar
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No, al final el Gobierno griego no salió ayer, como se había anunciado, pero será sin falta hoy hacia la hora de comer, o eso prometen los partidos. Con esta formalidad se dirimen los destinos de Grecia. Habrá Gobierno, eso está claro desde el primer momento, pero debe aclararse con quién. El conservador Antonis Samarás, líder de Nueva Democracia (ND), defensor de respetar los acuerdos de austeridad firmados con la UE y ganador de las elecciones del domingo con el 29,6% de los votos, cuenta ya con el apoyo del partido socialista, Pasok, el otro partido de toda la vida y eterno rival, pero que acude en su ayuda por razones de emergencia y fuerza mayor. Es la tercera fuerza con el 12,2%, suficiente para gobernar, pero ayer también se ultimaba la entrada en el Ejecutivo de la minoritaria Izquierda Democrática (Dimar). Representa un 6,2%, pero le daría mayor seguridad y representatividad. Sobre todo porque es un partido crítico con los planes de la UE y así no se dará la imagen de un Gobierno 'como los de siempre'. Samarás se está armando para una guerra.

Se trabaja en cerrar la coalición, se habla de programa, ministros, y hasta del jefe del Ejecutivo, pues ni está del todo claro que vaya a ser el propio Samarás. Dentro de las eternas broncas de cada partido griego, tiene cierta oposición interna, y no se descarta un primer ministro técnico. Podría ser el mismo Lucas Papademos, que pilotó el Gobierno de transición tras la dimisión de Giorgios Papandreu en noviembre. O Panagiotis Pikramenos, que le sucedió en el paréntesis abierto tras los comicios de hace un mes, repetidos porque fue imposible formar gabinete.

Aunque parezca increíble desde fuera, mientras líderes y mercados piden ansiosamente a Atenas un Ejecutivo que esperaban la misma mañana del lunes, hay que entender estos arduos prolegómenos por el lío en el que se va a meter el nuevo Gobierno. Samarás debe salir a la palestra a que le partan la cara por todos lados, dentro y fuera de casa, quizá con la perspectiva de un Gobierno que se queme en un año o dos, y quiere contar con la mayor compañía posible. De ahí el interés en captar a Dimar. Busca la máxima legitimidad, porque hay un dato elemental en el resultado de las urnas: un 52% de los votantes han apoyado partidos contrarios a los duros planes de ajuste a los que obliga la ayuda económica del rescate de la 'troika', formada por la UE, Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional (FMI).

Incluso gran parte de los votos que ha obtenido Samarás son prestados, de gente que se ha tapado la nariz par darle su papeleta por ser el candidato que garantizaba la estabilidad y la continuidad en el euro. El miedo a lo desconocido le ha dado votos, pero si nada mejora en la vida de los griegos también el miedo desaparecerá, porque pensarán que lo conocido es mucho peor.

En un país en el quinto año de recesión, con un 21% de paro, que entre los jóvenes es del 51%, y que no ve la luz al final del túnel, el nuevo equipo será un Gobierno de combate, abocado a la trinchera y cuyo desgaste puede acabar políticamente con quienes lo formen. El poder en Grecia en este momento abrasa a quien lo toca. Es lo que le pasó al anterior equipo del socialista Giorgios Papandreu y a su partido, el Pasok, degradado ahora a tercera fuerza. Aunque a ellos les estalló la crisis en las narices al llegar al Gobierno en 2009 y descubrir que las cuentas estaban trucadas. Después solo pudieron acatar el severo guion de ajustes que les imponía la 'troika' de prestamistas.

Uno de los frentes inmediatos de Samarás será, precisamente, renegociar algunos puntos de los planes de austeridad, para intentar dar un respiro a los ciudadanos. Sería su gran baza para arrancar la legislatura. Desde la UE, y pese a la frialdad de Alemania, ayer se repitieron los guiños amistosos. Fuentes de Bruselas afirmaron en varias agencias que los acuerdos serán modificados, pues «sería estúpido mantenerlos en un contexto que ha cambiado». También el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, se mostró dispuesto a discutir los tiempos de aplicación de las medidas, aunque no la sustancia de los acuerdos.

Consciente, como Samarás, de la batalla que se avecina, el líder socialista, Evangelos Venizelos, que ya fue el último ministro de Economía con Papandreu, no para de repetir que quiere embarcar en el Gobierno a los dos principales partidos de izquierda: Dimar, que parece convencida, pero sobre todo Syriza, la formación radical de Alexis Tsipras, segundo partido con el 26,8%, aunque es perder el tiempo, porque ha forjado su identidad y su espectacular ascenso en el rechazo de los planes de la UE. Pero ayer Venizelos fue más lejos: ofreció algo que le interesa casi más, que formen parte del equipo que negociará en Bruselas unas condiciones más suaves. También Syriza, aunque no esté en el Gobierno. De ese modo espera desactivar en parte a Tsipras. El líder de la izquierda radical ayer no respondió, pero la verdad es que se prepara para disfrutar en la oposición, con el apoyo de los sindicatos y las tremebundas manifestaciones que pueden empezar a asediar de nuevo el Parlamento de Atenas a la primera de cambio.