Siempre nos quedará Casillas
Mediador en malos y buenos momentos, cuando salta al campo solo piensa en pararlo todoLas intervenciones del capitán han resultado determinantes para que 'La Roja' siga viva en la Eurocopa
GNIEWINO. Actualizado: GuardarIker Casillas, el guardián de 'La Roja', es a día de hoy insustituible. Capitán dentro y fuera del terreno de juego, el futbolista del Real Madrid justifica una y otra vez los enésimos reconocimientos internacionales que ha recibido desde que la selección ascendió al Olimpo futbolístico. Dicen que lo que diferencia a un buen portero de un gran portero es que este último para todo lo que puede parar. Es lo que hizo el jugador blanco ante Italia -el gol de Di Natale fue en un uno contra uno- y lo que repitió días después ante Croacia, donde sacó dos manos prodigiosas. No es exagerado afirmar que sus intervenciones en el Arena Gdansk han resultado determinantes para que los campeones continentales y del mundo sigan vivos en esta Eurocopa. Tener cubiertas las espaldas por un guardameta de su categoría concede a los defensas un plus de seguridad que refuerza su confianza.
Si los hombres de Vicente del Bosque están entonados y tocan el balón con precisión, los rivales suelen tener pocas opciones de acercarse a las inmediaciones de Casillas. Sin embargo, esas posibilidades suelen surgir en rápidos contragolpes, por lo que su peligrosidad es máxima. Son llegadas limitadas pero que hacen mucho daño porque 'La Roja' juega con numerosos efectivos por delante del balón. Si ya de por sí la concentración de un portero es fundamental, en el escenario descrito adquiere un rango supremo porque sus apariciones son esporádicas y a la vez decisivas. Ocurrió al filo del descanso en el debut ante la escuadra 'azzurra', cuando, con empate a cero en el marcador, un centro al área cogió desprevenida a la retaguardia y Motta remató sin oposición. Lo hizo bien, abajo, donde más duele a los porteros, pero Casillas desvió el balón con unos reflejos portentosos.
Son acciones que pueden modificar el destino de la selección, sobre todo en torneos continentales en los que no se perdona ni el más mínimo error. El mejor ejemplo fue el encuentro ante los croatas. Los balcánicos aguantaron con una envidiable disposición táctica la primera hora del encuentro y, a partir de ese momento, se fueron sin disimulo a por los españoles.
En el minuto 58, el sevillista Rakitic pudo cambiar la historia con un remate de cabeza a bocajarro. Pero el capitán estaba ahí. Siempre está ahí. Poco después, la oportunidad fue para Perisic, pero su disparo fue repelido por el portero del Madrid. También estaba ahí, concentrado, enchufado, atento en todo momento al desarrollo del partido. A estas virtudes se suma además una intuición que le hace diferente, único. «Iker estuvo inmenso, como siempre», declaró ayer Andrés Iniesta en el cuartel general de Gniewino.
Ese «como siempre» hace inevitable echar la vista atrás y detenerse por un instante en la Eurocopa de 2008, cuando detuvo aquellos dos penaltis en la tanda de cuartos de final ante la eterna Italia que puso fin a una maldición legendaria y abrió una era histórica. O en la final del Mundial de Sudáfrica, cuando le sacó un balón casi imposible a Robben cuando el holandés del Bayern lo tenía todo a su favor para marcar.
Es un guardameta sobrio, sin adornos, que cuida sobremanera su función como capitán en el vestuario. Si un compañero tiene un problema habla con él. Si Vicente del Bosque quiere hacer llegar un mensaje a la plantilla habla con él. Es el mediador en los malos y buenos momentos. Cuando salta al campo, se pone los guantes y solo piensa en una cosa, en pararlo todo. Y Casillas para siempre todo lo que puede parar.