ESPAÑA

Un adiós sin aplausos

El presidente, en la que debería ser su despedida, afirma que «socavar» a los jueces hace «inexistente el Estado de Derecho»

MADRID. Actualizado: Guardar
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Apenas dos segundos de aplausos. Y solo los protocolarios por parte del Príncipe o la vicepresidenta del Gobierno y algún magistrado afín. El resto ni movió los brazos, miró al techo, como si buscara un nuevo detalle en los frescos de la sala de plenos del Supremo, o al suelo.

La que debería haber sido la despedida de Carlos Dívar del alto tribunal estuvo llena de caras de circunstancias. Fue muy fría, tanto que incluso los miembros de la Sala de Gobierno del Supremo parecían 'hacerse los suecos' para evitar saludar a su presidente. Dívar tuvo que conformarse con charlar con Soraya Sáenz de Santamaría y el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, convertidos ayer en una suerte de 'salvavidas' para el magistrado.

La esperada celebración del bicentenario del alto tribunal se convirtió en un incómodo acto, en el que el presidente se ciñó a un discurso institucional en el que no hubo la más mínima referencia a la crisis que han provocado sus viajes. Solo una frase, quizás, puede interpretarse con cierta relación con la situación que pasa y en la que se siente una víctima. «Un Estado que socave la posición institucional del poder judicial dificulta o hace inexistente el Estado de Derecho», advirtió el presidente.

Tampoco don Felipe hizo referencias al tema. Si acaso expresó su deseo de que el «acto de reflexión» que ofrece su bicentenario contribuya a «seguir perfeccionando el mejor legado que nos dejaron los diputados de Cádiz», precursores del alto tribunal.

Dívar no habló en público de 'su asunto', pero en todos los corrillos que se formaron tras los discursos, el tema era recurrente: el enfado de los magistrados por la insistencia del presidente por alargar su agonía y poder presidir a toda costa el acto del bicentenario. Ayer lo logró. Dívar recibió al Príncipe a las puertas del Supremo y luego subió la gran escalinata, quizás por última vez, acompañado de don Felipe, y detrás de ellos lo más granado del mundo judicial español e iberoamericano.