El defensa italiano Abate controla un balón durante el partido de ayer. :: GIUSEPPE CACACE / AFP
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Italia pasa invicta pero sin grandeza

Los 'azzurri' lo festejaron a lo grande tras comprobar que no hubo pasteleo en Gdansk

POZNAN. Actualizado: Guardar
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Sin brillo, con un ojo en Poznan y otro en Gdansk, fruto de dos acciones a balón parado y gracias a que españoles y croatas no dañaron todavía más a un deporte siempre bajo sospecha, Italia ya está en cuartos de final y se resarce del sonrojo sudafricano. Es una selección regenerada por Cesare Prandelli, sin viejos vicios, con un sistema de rombo que ofrece más alternativas ofensivas pero sin jugadores descollantes. Les rescató el renacido Cassano, autor de un gol bastante afortunado, y luego vivieron de la renta, sin intentar esa goleada que les podría aupar hasta el liderato del grupo. Ese tipo de gestas, de esfuerzos extra, no van con la filosofía transalpina. Marcó casi al final el recién entrado Balotelli, tras volear de forma acrobática un córner, pero fue jugada aislada, casual, no producto de la continuidad en el juego.

Da la sensación de que es un bloque bastante homogéneo atrás pero de perfil discreto. Con Pirlo ya desgastado, echa en falta a ese futbolista de jerarquía que marque diferencias. Pero marchan invictos, van 'piano piano' y a Italia jamás hay que desmerecerla. Cuando llegan sus cruces, empieza su verdadero torneo, el de las finales y la estrategia muy calculada.

Irlanda se despide sin puntos y con un fútbol arcaico, pero puede estar orgullosa por varios motivos. Su espíritu es extraordinario. Comparecía a la cita ya eliminada, pero nada de dejarse llevar, ni de facilitarle el trabajo a los azules. Salieron con gallardía y dominaron el principio. Nobles y con una ética irreprochable, hicieron cuanto pudieron, que no es mucho más que buscar balones colgados desde cualquier lugar para aprovechar el remate o las segundas jugadas. En segundo lugar, porque despidieron con honores a Robbie Keane, su alma. El futbolista de los Galaxy dijo adiós a las grandes competiciones tras más de 15 años, y aplaudieron las cien internacionalidades de Damien Duff, extremo del Fulham.

Verde esperanza

Pero, muy por encima de todo, porque su hinchada es la mejor del torneo. Qué manera de animar a lo largo del día y de pintar de verde las angostas calles de Poznan, una de las ciudades más viejas de Polonia. Qué forma de comportarse tan educada y cómo acompaña a su equipo, pese a estar ya noqueado por incapaz. Entienden como pocos que el fútbol es una fiesta, no un drama.

Fueron mayoría en el estadio y no dudaron en comprar las entradas a cualquier precio. En lo de beber cerveza, también son diferentes. Son capaces de ingerir hasta el barril. Pero no se meten con nadie, ni hacen gestos obscenos, ni provocan incidentes. Generalizar siempre es injusto pero en conjunto son más agradables que los hinchas ingleses.

Tras un arranque muy flojo, ya que quizá las piernas de los jugadores estaban en Poznan pero las cabezas pendientes de si había 'biscotto' en el horno de Gdansk, enseguida Italia se adueñó del centro del campo y, por ende, del balón. Prandelli ya avisó de que realizaría varias modificaciones para refrescar al equipo, pero lo más importante es que fue fiel a sí mismo y recuperó el rombo.

De Rossi ya no ejerció de tercer central, donde cumple porque se trata de un notable futbolista pero no marca diferencias, y se ubicó en la zona de creación. Y en punta, se quedó fuera Balotelli, dañado en una rodilla pero bastante flojo en los dos primeros encuentros, y entró Di Natale. Tardaron media hora los 'azurri' en inquietar al viejo Given y arrinconar a los del trébol. Reclamaron primero penalti tras un tiro del delantero del Udinese, pero el balón golpeó en el pecho del zaguero. Luego, el propio Di Natale firmó una gran jugada. Se fue del portero pero se escoró mucho y su tiro, ya sin ángulo, lo salvó St. Ledger, central del Leicester. El tercero aviso, casi consecutivo, lo dio Cassano. Un tiro lejano que hizo un extraño con estos balones playeros tan modernos y se le escapó al portero del Aston Villa.

A la cuarta fue la vencida. Otra acción poco limpia, trabada, extraña. Un córner lanzado por Pirlo, cabeceó Cassano, desvió mal Given y despejó bajo los palos Duff. Acertó el turco y sus ayudantes al dar gol porque el balón ya estaba dentro. Con repeticiones es fácil verlo pero son acciones rápidas y la historia del fútbol rebosa de pifias arbitrales. No trenzaron un buen fútbol y marcharon más bien a tirones, pero los de Prandelli se hacían acreedores a esta victoria mínima. La segunda mitad fue más bien circunstancial.

Poco reseñable, salvo dos jugadas cerca del final. La expulsión del duro Andrews, un medio muy menor del West Bromwich Albiol, y ese remate que no llegó a ser media chilena de Balotelli, pero que la enganchó de forma extraordinaria. Acabado el choque, gran celebración de los 'azzurri'. Los rivales se dejaron postres que engordan y consumieron la dieta del deportista.