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La sombra de Jean Monnet

Su figura debería inspirar a aquellos que hoy tratan de asegurar la supervivencia del euro

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La operación para intentar salvar el euro está en marcha. A lo largo de las próximas semanas, y una vez se produzca el 'shock' que viene tras las elecciones griegas de hoy, la Unión Europea negociará la adopción de un plan para estabilizar la moneda única y dotarla de elementos novedosos que la harían sostenible. Esta aceleración de los tiempos políticos no se debe a que los principales líderes se hayan convertido al europeísmo, sino que han echado cuentas y han visto cómo tienen mucho que perder en caso de que se termine el euro. Alemania, por ejemplo, tendría una moneda mucho más fuerte, que encarecería sus exportaciones, el mercado único que tanto le beneficia ahora sufriría ataques proteccionistas y la financiación de su deuda sería mucho más cara. Todo ello por no hablar de la pérdida de reputación internacional que le acarrearía este fracaso colectivo al primer país de la Unión. Aunque el pragmatismo sea la explicación dominante de las negociaciones en curso sobre el euro, nada como aprender del modus operandi de Jean Monnet, capaz de combinar intereses con ideales para lanzar el proceso de integración europea después de tres guerras en menos de cien años entre Francia y Alemania. Monnet tiene además otras cosas que enseñarnos. El autodidacta vendedor de coñac siempre se enorgulleció de sus orígenes campesinos, fue un emprendedor de la política y demostró una gran capacidad de análisis político. Siempre sabía quién tenía poder y qué proyectos concretos necesitaba para mantenerlo y acrecentarlo. Su capacidad de diseñar y vender planes se convirtió en legendaria. Primero creaba grupos con intereses afines y buenas conexiones personales. Luego redactaba papeles con las recetas y una descripción detallada sobre cómo dar estos pasos. No le importaba ocupar puestos, sino que los gobernantes acertaran en sus decisiones. Prefirió influir en el poder y los resultados al reconocimiento público. La figura de este padre fundador de Europa y su visión de futuro debería inspirar el trabajo de los expertos europeos que tratan de improvisar en estas semanas nada menos que una unión fiscal, una unión bancaria y, finalmente, una unión política. La supervivencia de la moneda única depende del éxito de estos seguidores de Monnet.

El próximo Consejo Europeo del 28 de junio, debatirá y esperemos, adoptará, una propuesta sobre la moneda de los cuatro presidentes (Comisión, Consejo Europeo, Banco Central y Eurogrupo) que debería hacer historia. Ninguno de los líderes europeos por sí mismo tiene todas las claves para encontrar un camino que suscite consenso y sirva para restaurar la confianza en el euro. Pero Europa tiene suficientes cabezas que pueden ofrecer este diseño económico y político a aquellos que tienen que tomar decisiones urgentes. Después, estos líderes deberán persuadir a sus electores para que digan sí a sus propuestas, algo que Monnet nunca tuvo que hacer.