Artículos

Las falsas cigarras

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Llevo meses aguantándome las ganas Angelita, agarrándome a la prudencia que dicen que no tenemos los españoles, según esa imagen exterior que proyectan nuestras administraciones públicas, nuestras entidades financieras...todos aquellos que dispararon su ácido úrico de tanto atracón económico en época de bonanza y dilapidaron las reservas que tan bien nos vendrían ahora. Pero Angelita ya no puedo más. Una se cansa de soportar un cartel que no nos corresponde a los millones de españoles atrapados en una crisis de la que tenemos una responsabilidad ínfima. Hartos de ser considerados las cigarras de Europa, compartiendo el pelotón de vagos con portugueses, italianos, griegos e irlandeses. Debes saber que en esta país al que no le quitan la peineta ni a tiros, hay muchos españoles anónimos que luchan como cualquier germano, de esos que dicen que lideran la productividad y deben ser un ejemplo de austeridad. Españoles, bajitos, morenos y con tripita cervecera, que llevan años sin saber lo que se cobra por una hora extra aunque las hagan todas, restando tiempo de descanso por sacar un negocio adelante, arriesgándose por una idea innovadora, formándose como los mejores profesionales del mundo por hacer avanzar esta sociedad global a la que tú, Angelita, y el resto de la península ibérica, pertenecemos. Ya sé que cada vez te incomoda más compartir.

Algo de bueno tendremos que tener cuando tu ejemplar Alemania le abre las puertas a profesionales españoles para que produzcan allí, lo que por desgracia no pueden generar en su tierra. Hace décadas emigraron nuestros padres y abuelos y ahora lo hacen nuestros hermanos e hijos. La diferencia entre ambas oleadas migratorias las conoces perfectamente. Estas generaciones que recibes ahora no vienen enganchadas con paso tímido a sus maletas de piel gastada y cordeles de cierre. No les da miedo saltar al exterior porque llevan viajando hace años. Tampoco les supone una barrera insalvable aprender un idioma distinto porque a trancas y barrancas hacemos nuestros pinitos en la lengua de Shakespeare o Goethe. Y sobre todo, somos capaces de trabajar las mismas horas o más por mucho menos que un vecino de tu bloque Angelita. Vamos, un chollo. Tú sí que sabes nena.