Dívar, dimisión
El Supremo ha hecho un ejercicio de gremialismo al no admitir la querella que habría provocado su salida
Actualizado: GuardarCarlos Dívar no puede seguir ni un minuto más como máximo responsable de los jueces, como presidente del Supremo y como una de las primeras autoridades del Estado. La acumulación de datos sobre sus viajes -así a Marbella, veinte, como a otras ciudades españolas, doce-, con un coste de más de 30.000 euros, sin contar los gastos de su numerosa y desproporcionada escolta, y las frágiles coartadas mostradas por el todavía presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), hacen insostenible su situación. No es que sea un desprestigio para él, es un desprestigio para toda la justicia española.
Dívar no ha encontrado ninguna autoridad, alcaldes o presidente de Comunidad Autónoma, que haya apoyado sus frágiles coartadas; con lo cual tenemos al juez oficialmente más importante de los jueces españoles organizando insostenibles disculpas y enunciando presuntas mentiras, como si de un delincuente interrogado por un juez se tratara.
En una sociedad en la que se ha quebrado el principio de confianza de los ciudadanos en sus políticos, en muchas de las personas que custodian sus ahorros y en la Justicia, el máximo responsable de los jueces no puede estar ofreciendo este espectáculo patético.
El estado de indignación en el que vive una parte del país, y de indignación y angustia, la otra, hace especialmente hiriente que este señor se haya gastado, presuntamente, 30.000 euros de todos los españoles en viajes que han sido más privados que otra cosa.
Conocida ya oficialmente la identidad del acompañante habitual del juez Dívar, resulta igualmente sangrante que su jefe de seguridad haya sido recompensado con una medalla al mérito policial con distintivo rojo, que se otorga a muy pocos policías, entre ellos a los que han desarticulado comandos de ETA o han perdido la vida a manos de la banda. Que el tal Jerónimo Escorial tenga esa medalla resulta una afrenta para los policías que sí la han merecido, y que figure como 'ayudante personal' del juez, constituye algo insólito.
El Tribunal Supremo, que todavía preside Dívar, ha hecho un ejercicio de gremialismo y no ha admitido a trámite la querella que le hubiera hecho imposible permanecer en sus cargos. No creo que esa decisión salve a Dívar. El próximo 18 de junio Dívar presidirá, si no dimite antes, los actos del bicentenario del Supremo, y lo hará en presencia del Rey. Creo que la Justicia española no se merece la imagen de un presidente que no dice la verdad claramente y que gasta dinero público en viajes no públicos. Creo que los españoles no nos merecemos que Carlos Dívar siga un minuto más en su cargo.