Un niño de seis años transporta unas piedras en Afganistán. :: PETER ANDREWS / REUTERS
Sociedad

La crisis agrava la explotación laboral de los adolescentes

La OIT estima que en el mundo hay 215 millones de niños que realizan trabajos que no les corresponden

MADRID. Actualizado: Guardar
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El Día Mundial contra el Trabajo Infantil celebró ayer un década de vida. Un tiempo que ha servido para poner el acento en una lacra que, salvo en Europa, afecta a todos los continentes. La Organización Internacional de Trabajo (OIT) estimó que hay 215 millones de niños explotadas laboralmente, de los que 9 millones están encuadrados en las peores formas de trabajo infantil: niños de la guerra, trata de seres humanos, correos de la droga, trabajo de siervo o esclavo sexual.

Por volumen, la zona de Asia-Pacífico sigue siendo el lugar del mundo donde se concentra el mayor número de jóvenes trabajadores, con 113 millones. Empero, el África subsahariana sigue siendo por intensidad donde más niños son forzados a trabajar: uno de cada cuatro. Muy superior al 12,5% de Asia-Pacífico o al 10% de América Latina y Caribe. El abuso laboral de los jóvenes se concentra en el campo. Aunque todavía queda mucho trabajo por hacer, Juan Somavia, representante de la OIT en España, destacó que entre 2000 y 2008, cuando se realizó la última gran radiografía de la explotación infantil en el mundo, «las peores formas de trabajo infantil» se redujeron un 30% entre los menores de 15 años.

Sin embargo, la crisis ha traído un problema añadido para los adolescentes. Según la OIT, se están produciendo abusos en diferentes zonas del planeta, como ha ocurrido en las zonas más agrícolas de Estados Unidos. Pero a pesar de esta «impresión» que la OIT está estudiando, la evolución de esta lacra hacia su desaparición esta cada vez más cerca. En este sentido, el trabajo de las multinacionales ha ayudado porque su implicación en todos los procesos de producción es más intenso. «Sienten la presión de los consumidores, ONG y sindicatos. Y está dando resultados», señaló. Antes, las grandes compañías no se preocupaban de cómo se contrataban en los países en vías de desarrollo donde se hacían sus productos. Ahora vigilan todo el proceso, incluido el origen de las materias primas.