Tribuna

Más Europa

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Europa se ha convertido en la protagonista constante de las reuniones de más alto nivel y motivo de continuos debates en tertulias, talleres y foros. La preocupación por el futuro de la vieja Europa ha traspasado el Atlántico e, incluso, se ha convertido en tema estrella en la lucha por la carrera presidencial estadounidense. La anunciada ayuda del Eurogrupo a las entidades financieras con problemas, además de dar un respiro tranquilizador a los pequeños ahorradores, ha puesto de manifiesto la apuesta por la credibilidad y futuro del euro y, sobre todo, significa un paso importante hacia la construcción de más Europa en el ámbito económico.

Este avance, aún siendo crucial para nuestro futuro, no debe hacernos olvidar que debemos seguir trabajando en hacer más Europa en otros ámbitos de enorme trascendencia. Porque la construcción de una auténtica Europa pasa también por el fortalecimiento de sus dimensiones intelectual, cultural, social, científica y tecnológica, siendo el Conocimiento un factor clave para el crecimiento social y humano de sus ciudadanos y para darles los medios con los que afrontar los nuevos retos.

Precisamente, la creación de un Espacio Europeo de Educación Superior y de un Espacio Europeo de Investigación se planteó, hace ya más de una década, como algo indispensable para el desarrollo general de la UE y para promover el acceso al mercado laboral de todos sus ciudadanos.

En junio de 1999 los ministros europeos de educación hicieron pública la famosa, y paradójicamente desconocida, Declaración de Bolonia; un texto de apenas una página que abogaba por la creación de ese Espacio Común y cuya aplicación y desarrollo en el sistema universitario español, durante los últimos 8 años, ha sido, por lo menos, peculiar, errático, contradictorio y, en muchas ocasiones, dirigido en sentido diametralmente opuesto al de los objetivos planteados.

Por tanto, no es de extrañar que Bolonia 'a la española' haya levantado tantas suspicacias y manifestaciones en contra. No es tarde, sin embargo, para que todos los responsables hagan un esfuerzo por aclarar lo que significa la creación del Espacio Europeo de Educación Superior, por aplicar adecuadamente las herramientas para avanzar en ese proceso y, sobre todo, por deshacer los desmanes cometidos en los últimos años.

La Declaración de Bolonia abogaba por una mayor compatibilidad de los distintos sistemas educativos europeos y, para ello, establecía una serie de herramientas que ni debían ser las únicas ni deberían concebirse como fines en sí mismas sino como medios para alcanzar esa Europa del Conocimiento que tanto necesitamos. Esas herramientas, que fueron sugeridas por académicos y estudiantes de todos los países reunidos el 18 de junio de 1999, eran:

1) Emisión del Suplemento al Título, documento con formato común, que clarifica las competencias de los egresados de las universidades europeas de manera que ayude a la obtención de empleo. Curiosamente, en España y a pesar del tiempo transcurrido, pocos estudiantes saben de su existencia a pesar de que, en muchas universidades, su emisión, que debería ser gratis, está incluida en determinadas tasas.

2) Adopción en todos los países de una misma estructura de estudios. Una misma estructura (grado, máster y doctorado) que facilitase el reconocimiento de competencias y la transparencia. En aquellos momentos iniciales se planteaba la dificultad de comprensión que tenían muchos títulos españoles y Bolonia ofrecía la oportunidad de su clarificación. Pero resultó que España tenía una peculiar manera de definir conceptos como 'transparencia' y 'clarificación de conocimientos y competencias'. El resultado ha sido la desaparición del catálogo de titulaciones y la multiplicación de éstas últimas. Más de 2000 títulos de Grado, algunos de ellos denunciados en los tribunales por inducir a confusión, y más de 3000 títulos de Máster, muchos de ellos no reconocidos en Europa. Por no hablar del retroceso en el nivel académico de títulos que, desde muchos años atrás, habían alcanzado consenso europeo.

3) Implantación de un mismo sistema de créditos académicos para promover la movilidad estudiantil. Curiosamente el desarrollo español del proceso ha culminado en una mayor dificultad para el reconocimiento de los períodos de estudios incluso en el ámbito nacional. Por el contrario no se ha resuelto el gran problema que debe ser 'teclear' los datos de los egresados para emitir en un tiempo lógico los correspondientes Títulos, especialmente si el que lo está esperando es un estudiante internacional.

4) Promoción de la cooperación europea para asegurar la calidad de la enseñanza mediante criterios y métodos comparables. En España, la traducción de este objetivo ha sido la producción de miles de papeles y la elaboración de cientos de procedimientos convertidos en un fin en si mismos. Como comentaba más arriba se trata solo de algunas herramientas para conseguir un objetivo mucho más ambicioso: un espacio europeo fuerte, basado en el conocimiento y capaz de dar respuesta a las necesidades laborales y sociales de sus ciudadanos. El reto todavía sigue vigente y ya es momento de limpiar el maquillaje realizado en los últimos años.