Mujeres con las manos pintadas con los colores de las banderas de Yemen, Egipto, Túnez y Siria se manifiestan en Sanaa. :: REUTERS
MUNDO

La Alianza de Civilizaciones gana amigos

España mantiene su apoyo al foro impulsado por Zapatero para entrar en el Consejo de Seguridad de la ONU

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Pese a que el PP fue muy crítico con la Alianza de Civilizaciones mientras estuvo en la oposición, al considerar que se trataba de un foro sin contenido ni relevancia, el ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García Margallo, ha optado por seguir apoyando la iniciativa al tratarse de un foro «apadrinado por la ONU». Creada en 2005 por impulso de España y Turquía -con Zapatero y Erdogan a la cabeza- para fomentar el diálogo entre religiones y culturas, encara ahora una encrucijada por falta de presupuesto, según se ha puesto de manifiesto en la última cumbre celebrada días atrás en Estambúl.

El giro del Gobierno de Mariano Rajoy no parece deberse al convencimiento de la utilidad de la Alianza, que, a juicio del jefe de la diplomacia española, solo ha servido para «vender humo». En una comparecencia ante el Senado nada más tomar posesión de su departamento, García Margallo reconoció que no sabía «qué hacer» en esta cuestión. «No está la Magdalena para tafetanes», declaró para cuestionar una presencia que requería un presupuesto generoso en tiempos de crisis, con otras prioridades, y que a su juicio, no había sido visible en la etapa de Rodríguez Zapatero. Aun así, recibió a Jorge Sampaio, expresidente de Portugal y alto comisionado de la ONU para la Alianza, al que prometió que España no saldría del foro, aunque sí rebajaría su presencia. El pasado 25 de mayo Sampaio regresó a Madrid para socializar la necesidad de la Alianza y mantener encuentros privados. Lo hizo desde la plataforma que le brindó el Foro de la Nueva Sociedad, en un desayuno informativo al que sí asistió el expresidente del Gobierno, pero en el que destacaron las ausencias de miembros del Ejecutivo del PP.

Pero en el Gobierno son conscientes de que tendría más inconvenientes que ventajas para España dejar de apoyar un proyecto que «ya ha desbordado la iniciativa inicial y que ya es de Naciones Unidas», según ha reconocido el secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Gonzalo de Benito. En efecto, romper con la Alianza sería un hacer un feo a la ONU, en un momento en el que España aspira a entrar en el Consejo de Seguridad como miembro no permanente en el bienio 2015-2016.

A sentarse en el selecto club, el principal órgano decisorio en materia de paz y seguridad, también aspira Turquía, cofundador de la Alianza, un competidor que cuenta con fuertes apoyos. Para el mandato de dos años que comenzó el pasado mes de enero, la Asamblea General eligió a Guatemala, Azerbayán, Marruecos, Pakistán y Togo. La última vez que España participó en este órgano se remonta a 2004.

Además, España no está para romper alianzas. En un momento en el que la UE mantiene serias reservas con nuestro país en materia económica, «despreciar este Foro sería contraproducente», se valora en medios diplomáticos. El papel destacado de España en la Alianza de Civilizaciones y su contribución en un organismo de la ONU fue un argumento de peso a su favor para conseguir la condición de 'invitado permanente' en las cumbres del G-20. «El apoyo de algunos países procedió de ahí», se recuerda. España consolidó su participación estable en el G-20, donde se fragua la gobernanza económica mundial, en noviembre de 2011 tras su participación en las reuniones ampliadas de Washignton (2008) y Londres (2009).

Se buscan donantes

Sin olvidar la importancia geoestratégica que supone el mantener un estatus de primera línea en un foro de suma importancia para el diálogo con el mundo árabe. España tiene especial facilidad para relacionarse con ciertos Estados y regiones con los que Occidente no tiene generalmente un contacto fluido, según el análisis del Real Instituto Elcano. Este organismo considera que existen muy pocos Estados miembros de la UE o de la OTAN que reúnan las mismas ventajas comparativas «y es posible -concede- que la Alianza de Civilizaciones haya contribuido en alguna medida a desarrollar esa dimensión».

En la reciente cumbre de Estambúl, Jorge Sampaio definió la reunión como «una sesión para repostar» y subrayó la necesidad de la Alianza de encontrar una nueva plataforma de donantes para mantener sus apoyos financieros y garantizar su independencia. Repostar, toda una metáfora si se tiene en cuenta que entre las empresas que han participado en la cumbre y que parecen estar dispuestas a ser generosas se encuentra el potente fabricante de automóviles BMW.

Arabia Saudí fue el único país que anunció una sustanciosa contribución, un millón de dólares, mientras que Luxemburgo se quedó en una cifra más simbólica de entre 50.000 a 75.000 euros. España aún no ha precisado cuál será su aportación, aunque sí parece claro que será inferior a los 650.000 euros que consignó en 2011, una cantidad muy por debajo del millón de euros que aportó en 2005, cuando lanzó la iniciativa de la mano de Turquía. Fuentes diplomáticas aseguran que Madrid ha sido el principal contribuyente con 5,2 millones de euros acumulados. El Gobierno de Rajoy tiene intención de seguir copatrocinando la iniciativa junto a Turquía e, incluso, mantiene a Belén Alfaro como embajadora especial para la Alianza de Civilizaciones, pero exige «eficiencia en la gestión» y «mayor visibilidad».