AQUEL CINE DE VERANO
Actualizado: GuardarLas piruetas imposibles y los saltos mortales de Bruce Lee han acompañado durante años a una generación que ha crecido al fresco de un cine de verano. La cartelera del rey del kun fu en 'Furia Oriental' o 'Muerte en Bangkok' lucía cada noche en un tablón de madera como principal reclamo para disfrutar de una sesión de mamporros 'made in China'. La liturgia previa al gran espectáculo nocturno incluía además la elaboración en casa de un bocadillo que servía de cena y de la compra de una gran bolsa de pipas para el postre. Poco importaba en aquellas noches de julio y agosto que el trasero acabara como una tabla de planchar después de pasar varias horas en aquellas sillas del famoso 'Quidiello'. La figura de Bruce Lee era una especie de Robín Hood o Superman del tiempo que le tocó vivir. Siempre estaba del lado de los buenos y se libraba de los malos a golpe de kárate. Más adelante vino lo que hoy conocemos como la sesión golfa, donde el sátiro de Alvaro Vitali se enredaba en una trama erótico-italiana cuya única obsesión era llevarse al huerto a la exhuberante Edwige Fenex. Inolvidable 'La doctora arma el lío' o 'La profesora baila con toda la clase'. El segundo pase de aquel cine de verano proyectaba películas donde el nudo y el desenlace se adivinaban nada más aparecer los créditos en la pantalla, pero lo más importante era la fiesta en pandilla. Los italianos no eran los únicos que recalentaban al personal en aquellas noches de verano con la comedia absurda. España exportaba a Pajares y Esteso con 'Los Bingueros', 'Los Liantes' o 'El hijo del cura'. Algunos recuerdos huelen a naftalina cuando se airean, pero otros, lejos de provocar el rechazo o el olvido, dejan un cálido sabor a nostalgia en la memoria. Esta semana, el empresario portuense Juan Antonio ha pulsado el botón de la máquina del tiempo como el científico Doc en 'Regreso al futuro' y ha desvelado su intención de abrir un cine de verano en Valdelagerana. Por unos instantes he vuelto a recordar aquellas noches con Bruce Lee cuando ibamos calle abajo camino de casa imitando las tijeretas del maestro del karate. Juan Antonio es un romántico, que trata de capear el temporal de los nuevos tiempos donde el internet arrambla con todo, las redes sociales se imponen y la prima de riesgo monopoliza cualquier conversación. Habla del cine de verano con auténtica pasión y lo vincula a la familia. «No hay cine de verano sin un ambigú que despache un plato de tomate con sal y cerveza». Corren malos tiempos para los experimentos, pero Juan Antonio sabe que las tradiciones perduran, sobre todo, entre esas generaciones que han crecido sin la Play Station, Game Boy o la Xbox. Son padres que tratan de explicarles a sus hijos que un cine de verano no es una sala con refrigeración. Lo importante es pasar un rato a gusto. Los cines de verano se extinguieron como los dinosaurios por culpa del maldito ladrillo. La especulación del suelo puso fin a esta sesión continua de cada verano y hoy los edificios se levantan justo en ese solar donde antes Bruce Lee nos ensañaba su golpe maestro. Suerte Juan Antonio.