Los Picón utilizaron dos bares de Jerez para la trama de fraude
La investigación trata ahora de aclarar si detrás del clan familiar había un cerebro encargado de crear las empresas fantasma y gestionar las altas a la Seguridad Social
CÁDIZ / JEREZ. Actualizado: GuardarLos dos hermanos Picón y su primo no actuaron solos en la trama de fraude a la Seguridad Social que ha destapado la Guardia Civil en la provincia y que, de momento, se ha saldado con 91 detenidos y 213 imputados. Habrá nuevas detenciones. La investigación sigue abierta y trata ahora de aclarar si detrás del clan familiar había además un cerebro que articulaba el cobro fraudulento de las prestaciones por desempleo y creaba, a su vez, las empresas pantalla o fantasmas para camuflar la actividad. El origen de la trama se situó inicialmente en Ubrique, de donde son naturales los Picón, sin embargo, el epicentro se encontraba en la barriada jerezana de San Juan de Dios, donde residían los dos hermanos. La Guardia Civil registró el pasado miércoles el domicilio y se incautó de documentación y material informático. El fraude puede ascender a cinco millones de euros.
Los Picón cuentan con antecedentes policiales por estafa. La red de fraude que habían inventado era relativamente sencilla, ya que utilizando un sistema de empresas fantasma, de las que dos están activas y cuatro cerradas, lograban supuestamente dar de alta a trabajadores de manera temporal para que pudieran alcanzar el mínimo de cotización que les permitiera cobrar el desempleo. Los Picón recibían a cambio por este favor un porcentaje de la pensión que cobraría su cliente. Las empresas que figuran en la red son de hostelería y construcción.
Al frente de las empresas fantasma colocaban a hombres de paja o testaferros insolventes a los que daban pequeñas cantidades de dinero o invitaban a copas, tabaco y gasolina por prestar su identidad.
Este periódico ha podido confirmar que dos de las empresas involucradas se encuentran en el barrio jerezano del Calvario, junto al parque zoológico y al Hospital San Juan Grande. Una de ellas es un antiguo bar ubicado en la calle Infancia, que se encuentra cerrado, mientras que la segunda se localiza en la Avenida del Amontillado. Todo apunta a que los dueños de ambos negocios no sabían absolutamente nada de que sus empresas eran utilizadas por los hermanos Picón como tapadera, es decir, se habían dado de alta en el Ministerio de Hacienda como empresarios y luego en la Seguridad Social utilizando para ello el nombre y la dirección de empresas en activo, pero con gestores y administradores distintos. Aquí es donde colocaban a los testaferros. Los movimientos de los Picón se extendieron como la pólvora entre parados que necesitaban cobrar ayudas o subsidios. Tanto la Tesorería de la Seguridad Social como la Inspección de Trabajo calculan que se han gestionado más de 200 altas fraudulentas para que sus clientes pudieran cobrar los subsidios por desempleo.
La actividad de los Picón en las calles donde se localizan las empresas tapadera no había trascendido. Así, los vecinos de los barrios del Calvario y San Juan de Dios de Jerez no se sentían ayer protagonistas de las informaciones, pese a que en su zona se encontraban los bares que daban cobertura a la trama. De hecho, en el que está cerrado de la calle Infancia se llegaron a dar de alta 35 personas al mismo tiempo. Esa era una información que ayer no se conocía a nivel de calle y los vecinos no habían tomado conciencia del tema. Cerca del Zoológico nada delataba que este barrio era el epicentro de la trama más importante de fraude a la Seguridad Social que se ha destapado en España.
A la espalda de la zona deportiva de Icovesa solo el ruido de los escolares del colegio Lora Tamayo rompía la tranquilidad. La peña de la Bulería y las calles con nombres de tipos de vino son una muestra de la solera que tiene una zona que ayer era ajena al escándalo. El centro de la trama era una calle casi fantasma que ni siquiera los vecinos saben que se llama calle Infancia y que no está ni rotulada. En ella solo se encuentran la trasera de unos pisos y varios locales vacíos, con pinta de abandonados, en los que ni siquiera se encuentra ningún cartel que haga referencia al antiguo bar el Estoque.
A solo unos metros, el día se vivía con la tranquilidad habitual en la Avenida del Amontillado, donde los parroquianos de uno de sus bares aseguraban no tener ni idea de esta trama y de que ni siquiera tuviera algo que ver con el barrio, a pesar de que en las pesquisas policiales esta zona figura como una de los principales protagonistas.
El trasiego que soportaba el local no era fruto de las noticias, sino de la cabina pública que se encuentra en su fachada y que estaba bastante concurrida. Aquí parecía importar más la calidad gastronómica de las tapas de ensaladilla rusa, patatas ali-oli, salpicón de mariscos, hueva y pulpo, todas ellas a 1,50 euros. Los montaditos de capricho, melva, caballa, atún y palometa también son protagonistas del gran cartel que hay en la fachada de un local que también cuenta con una placa que advierte que cuenta con una alarma conectada con la Policía bajo un toldo rígido de color rojo donde destaca el blanco de las letras del nombre del bar.
En el entorno las noticias tampoco han llegado y nadie relaciona este caso con sus vecinos en ninguno de los muchos negocios que hay en la Avenida del Amontillado y en San Juan Bosco, como en la Casa del Pan donde no se dan conversaciones diferentes a las de otros días. En San Juan de Dios nadie sabe dónde vivían los presuntos cabecillas de la trama. Tampoco nadie sabe nada de redadas policiales ni pretenden saber nada de casos de este tipo.