'Pietas populi' y cía
Actualizado: GuardarQue las exposiciones 'Pietas populi y compañía' están siendo un éxito de público es algo que nadie pone en duda ya. Que, además, han resultado ser un auténtico fiasco, tampoco se cuestiona, porque poner una virgen tras otra o un paso tras otro, sin criterio expositivo y casi sin lógica, no tiene demasiado sentido, la verdad. Y es una pena. Porque de aquel primer proyecto que se presentaba en noviembre del pasado año a lo que vemos en Santo Domingo y en Santa Cruz no sólo hay un trecho, sino que se extiende un abismo grandísimo. La comisión del Bicentenario del Consejo de Hermandades -aún sigo sin entender por qué las cofradías tienen una comisión del Bicentenario- tenía previstas una batería de exposiciones, que junto a la Magna y la exposición -caída, como todas- del Obispado sobre arte sacro, iban a convertirse en el asombro de Damasco para propios y extraños. El resto, ya lo sabe usted. De coronadas a aspirantes, de Santa María -sin Nazareno- a Santa Cruz y de exposición a ejercicios espirituales.
Una de las cosas que más me llaman la atención -por ser medianamente correcta y no señalar otras- es el afán que tienen sus organizadores por resaltar el «carácter catequético y evangelizador» de la exposición, como si la simple contemplación de las imágenes en su contexto histórico y artístico no mereciera tanto alboroto. Así, anuncian que durante dos horas diarias, habrá sacerdotes dispuestos a confesar a los visitantes en pecado, tanto en Santo Domingo como en Santa Cruz, además de amenizar el horario de visitas a la exposición con distintas misas, confundiendo totalmente al personal, que no sabe si ha ido a una muestra artística o a una 'performance católica'. Ni en el Vaticano se mezclan las misas con las visitas de los turistas o se ofrecen sacramentos con el precio de la entrada. Es lo que tiene ser más papistas que el Papa.
Sean serios. Exponer imágenes y contemplarlas desde el punto de vista artístico, no es un pecado. Exponer imágenes, en los pasos, dificultando su visión, con unos carteles mínimos -con galón dorado, eso sí- y sin el más mínimo discurso expositivo es un atentado contra el sentido común. Aunque de ese, ya lo saben, andamos escasos. Luego nos lamentamos de la imagen que tiene la Iglesia Católica, sin pensar en lo que dice el refrán «con quien te ví, te comparé». Hay que tener cuidado con las compañías.