Tribuna

Una protesta maestra

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Se llevó la foto de portada. Apenas había dudas y la decisión se adoptó incluso antes de que se echara a la calle a impartir una clase a sus alumnos de Secundaria. Su espacio de primera no llevaba crítica alguna ni el titular iba acompañado de reproches: tan solo llevaba la firma del reconocimiento a una idea brillante, a una hermosa forma de protesta, a un ejercicio de reivindicación ante las futuras generaciones, brindándoles una lección de economía crítica. Los alumnos de 1º de Bachillerato del IES Cornelio Balbo fueron partícipes de una singular concentración, sin pancartas, megáfonos ni consignas cocinadas por unos mayores organizados que buscan en los jóvenes perpetuar sus 'tinglaos', sus privilegios, su cada vez menor capacidad de influencia. Y no por ello se fueron de excursión a la Plaza de Mina. Quien quiso colarse en su clase al aire libre pudo visualizar el descontento de los profesores, de la enseñanza pública.

Estos jóvenes de entre 16 y 18 años aprendieron el viernes que la educación debe ser algo sagrado en una nación que no quiera volver al pozo hondo de la ignorancia, de los mitos y los miedos que atrofian el pensamiento. Este país tiene memoria para recordar cuánto costó dibujarnos y que nos dibujaran otros en el mapa como un estado moderno y no como una simple península de recreo y vacaciones. Y no todo fueron fondos europeos, fue también el resultado de generaciones y generaciones de jóvenes que se formaban mejor, que empezaron a creer que el español tiene iniciativa y quisieron dejar de ser el peón del Marqués.

Su profesor les dio algunas nociones de por qué a diario los medios de comunicación, las redes sociales, en las conversaciones de taberna se habla siempre de lo mismo: de una prima que nadie entiende. De que esta crisis no es culpa de los ciudadanos. Y si vivieron por encima de sus posibilidades, como nos repiten los políticos una y otra vez, ya han pagado por ello perdiendo su casa, su coche, sus esperanzas...en Grecia, se desprenden incluso de la vida de forma voluntaria. Estos alumnos alimentaron con una lección su espíritu crítico para que sean ellos mismos, desde el conocimiento, los que decidan por qué hay que luchar, sin que nadie les ceda un megáfono interesado ni el miedo les retenga en casa.